¿Cuántas son las palabras de promesas que ya oímos de personas queridas? Pero, ¿cuántas fueron cumplidas? Son pocos los que realmente cumplen lo que dicen, hacen lo que le prometen a alguien, causando desconfianza e incluso la ruptura de la relación.
Pero con Dios no es así.
En la Biblia hay innumerables promesas en variados libros. Son juramentos de prosperidad, de amor, de vida eterna, entre otras bendiciones.
Sin embargo, cuando no las vemos cumplirse en nuestras vidas, ya pensamos que todo aquello no pasa de ser una mentira o una fantasía de aquel hombre que ministraba la Palabra. En seguida ponemos la culpa en el pastor, pero no logramos pesar cuánto estamos poniendo en práctica nuestra fe.
Las promesas fueron hechas y muchas ya se cumplieron, conforme a los pasajes que leemos en la Biblia y también lo que vemos diariamente en la actualidad. Pero, ¿y aquellas hechas directamente a una persona? ¿O aquella palabra que un día oyó, pero que nunca se cumplió en su vida?
Es sólo no desistir y tener fe, porque es como dice en el libro de Números 23:19: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él lo dijo, ¿y no lo hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”
Cuando menos se lo espera
De repente, cuando usted comienza a dejar que la ansiedad lo maneje, en el mismo momento que parece que fue olvidado por Dios, que las promesas no serán más cumplidas y se siente la persona más despreciable de la Tierra, viene Él con el cumplimiento de Su Palabra.
Entonces viene la pregunta: ¿Por qué tiene que ser de esta forma?
Sólo tendremos esta respuesta cuando lleguemos al cielo y Le preguntemos directamente a Él. Pero el hecho que debemos entender es que las cosas sucederán a Su tiempo y a Su manera, que es la forma perfecta para nosotros, aún no entendiendo los motivos y la demora de la espera.
Por eso, cuando esté desesperado por ver a Dios actuando en su vida, ver Sus promesas cumpliéndose una a una, acuérdese: todo es para su bien, con un propósito específico y sucederá en Su tiempo, y no en el suyo.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados.” – Romanos 8:28.
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