El envejecimiento para muchas personas es enfrentado como un proceso natural de la vida y como una forma de constante maduración. Aunque, siempre está aquel que huye del espejo, conforme van pasando los años, valorando más a la apariencia exterior y a los modelos de belleza, que a su interior y al crecimiento espiritual.
Ya escuchamos hablar muchas veces de las crisis de la edad, es el momento en que las personas se aproximan o alcanzan una nueva fase y cuestionan algún punto de su vida. La cantante y actriz norteamericana Cher, parece estar viviendo una de ellas. A los 68 años, declaró recientemente: “No me miro al espejo hace años”, además de decir que se ve vieja. También afirmó que la única época en la que estaba contenta con su apariencia fue entre los 40 y los 45 años.
La artista, reconocida por el talento y por la extravagancia, ya fue muy admirada por su belleza, al inicio de su carrera, en los años 60. El exagerado cuidado de la apariencia es evidente en la vida de Cher, que es budista. Según especialistas, ya se hizo innumerables cirugías plásticas en la búsqueda de una juventud artificial. Pero negó los procedimientos durante mucho tiempo y decía que las únicas intervenciones que se había hecho eran correctivas y no estéticas.
Pero, ¿qué es lo que hay para corregir en aquel por el cual Dios dio la vida? ¿Acaso la vanidad de la mujer justifica que ella no se acepte y ni al menos quiera mirarse al espejo? ¿Por qué no aceptamos el paso del tiempo y la llegada de la vejez? Todo depende de cómo la persona se ve. No es el recuento de los años lo que determinará la disposición de vivir y la belleza de una persona.
Solo ella podrá cambiar su visión sobre sí misma: de ser una persona que quiere retroceder en el tiempo para cambiar, porque solo de esta manera se siente feliz, a ser aquella que es perfecta a los ojos de Dios, plena de satisfacción con sus actitudes y realizaciones. Si Cher parece desanimada por su proceso de envejecimiento, quizás no esté viendo en esto la chance de construir un legado basado en sus cualidades y experiencias.
La preocupación exagerada por la belleza exterior deprime, porque no se tiene el valor real delante de la verdadera felicidad de conocerse o reconocerse como alguien con muchas virtudes, y con la plena capacidad para tomar actitudes que den como resultado la realización y el reconocimiento. Las variadas faces y décadas de vida por las cuales hombres y mujeres atraviesan, son en realidad grandes oportunidades para adquirir el entendimiento para envejecer con inteligencia.
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