“Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué.”, (Isaías 51:2). Así como Dios llamó a Abraham y lo bendijo, Él lo llamó a usted para que, a través suyo, sus familiares que están sufriendo puedan ser bendecidos.
De nada sirve mirar a Abraham enfocándose solo en lo que recibió, es necesario observar lo que hizo y fue para Dios.
El Señor quiere que nosotros tengamos una vida abundante, pero la riqueza no puede dominarlo, es necesario que ponga a Dios por encima de todo.
Mucha gente no es bendecida porque no está preparada. Es decir que si es prosperado, se aferrará a estas cosas y dejará de buscar a Dios.
Abraham fue muy rico, pero no tenía su corazón en las riquezas. No quiera ser rico para su propia gloria, sino para la gloria de Dios, porque al final, no se llevará nada de esta vida.
El rey Nabucodonosor no supo reconocer que Dios lo había instituido rey, se enorgulleció y perdió todo: “… habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán (…) hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.”, (Daniel 4:30-32). Todo el que se exalta, será abatido y así fue con este rey hasta que reconoció su error, miró al cielo, se dio cuenta de que Dios estaba por encima suyo y su reino fue reintegrado.
Si Dios lo bendice, agradezca, disfrute, pero no sea esclavo, sea señor del dinero. Sepa que todo lo que le llega, viene de la mano de Dios. Él nos quiere dar lo mejor, pero nunca coloque su corazón en el dinero.
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