Ante las dificultades de vida siempre habrá una persona menos conforme que otra. Aún quien elige esperar y ver lo que sucede, en algún momento toma la actitud de salvar su propia vida o de ayudar al prójimo.
Todos nosotros ya pasamos o vamos a pasar por alguna adversidad. Lo que cambia es la manera de enfrentarlas. Es el individuo quien elige qué hacer con los contratiempos de la vida. Entregarse como una víctima del destino y pasar el resto del tiempo lamentándose por eso, o encarar la situación como un desafío que le genere esperanza y motivación para seguir adelante.
Así como podemos ver en la historia de cura del ciego mendigo de Jericó, Bartimeo, hijo de Timeo, que a pesar de ser reprendido por clamar con toda su fe, fue respondido con una gracia concedida por Jesús:
“Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.(…) Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.” Marcos 10:48-49 y 51-52
Las personas que pasan por tragedias personales y tienen fuerzas para superar las fatalidades son individuos de fe. Porque quien cree en la salvación y en la Palabra de Dios actúa con mucho templanza, usando la fe inteligente que le permite superar cualquier dificultad.
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:1-2