La mayoría anhela una vida que nunca pudo tener: una familia que viva en armonía, su propia casa, un buen auto y ser su propio jefe. Si bien hicieron lo posible e intentaron luchar por sus objetivos, cada día que pasa, esos objetivos parecen alejarse más y se vuelve frustrante.
De a poco, la vida que alguna vez fue posible, se vuelve algo imposible y esa imposibilidad se vuelve algo normal, creemos que lo mejor es conformarse. Pero hacerlo significa estancarse y los problemas se multiplican a medida que nos debilitamos.
El conformismo se suele ajustar a los cambios o modificaciones producidas en la opinión o comportamiento de una persona. Es el resultado de una presión por parte de otros individuos o grupo de ellos, sea real o imaginaria.
Su existencia no siempre es fácil de detectar, ya que la influencia puede ser sutil.
Los riesgos del conformismo
El psicólogo Solomon Asch es uno de los que más se ha acercado a definir este fenómeno. En los años 50, Asch realizó diferentes experimentos para estudiar el carácter gregario humano. Estos tenía que ver con cuál sería la conducta de una persona a la que se le hace una pregunta de la que sabe la respuesta, cuando todos contestan de forma incorrecta.
Finalmente, él psicólogo demostró que la presión de grupo es capaz de modificar la manifestación pública (conformidad púbica) de un sujeto.
Según Asch y otros psicólogos, existen dos grandes causas que provocan el conformismo:
-Inseguridad: Se concede más fiabilidad al juicio de otros que al propio, esto nos llevaría a un conformismo público (manifestar que se está de acuerdo con la mayoría) y a un convencimiento privado (entender que realmente lo que piensa la mayoría es verdad).
-Necesidad de sentirse aceptados: Pese a pensar que están equivocadas, siguen la opinión del grupo por el hecho de sentirse aceptados. El miedo al rechazo nos lleva a un conformismo público pero no a un convencimiento privado.
Cambio de perspectiva
El Obispo Renato Cardoso señaló tres formas de combatir al conformismo que contribuyen a un cambio de perspectiva:
1- Muchos son entrenados a pensar que no son capaces: “De modo que la creencia es la siguiente: el que nació pobre, morirá pobre. Esta idea de ‘destino sellado’ está en la cabeza de la mayoría de las personas. Los débiles tienen tanta capacidad como los fuertes”, aclaró.
2-Use su fuerza de un modo diferente: Muchos estan acostumbrados a usar una gran fuerza para trabajar, pero la usan en algo que no tendrá ninguna retribución. “Es decir, la fuerza que ya utiliza para aguantar sus problemas, sus deudas, la situación difícil; debe canalizarla hacia actitudes diferentes que le traerán verdaderos resultados”.
3-Deje de confesar debilidad: “Debe dejar de confesar sus derrotas y olvidar expresiones que no contribuyen en nada. El que es débil tiene que tomar una decisión para hacerse fuerte. Porque cuanta más debilidad confiese, más débil se vuelve”, evaluó el Obispo.
Riesgo del conformismo
• Pérdida de individualidad
• Compromiso con el grupo antes que con uno mismo
• Baja autoestima
• Falta de iniciativa
• Falta de autoridad
• Frustración
• Negatividad
En el Altar se hizo fuerte y dejó de sufrir
Mariel: “Conocí la Universal a los ocho años. Pero me alejé de la Iglesia. Mi familia perdió el negocio, el auto y teníamos deudas.
Mis amigos me dijeron que robaban y yo empecé a hacerlo con ellos. Robábamos los piquitos de los autos para después venderlos. La plata que conseguía era para pagar la marihuana, salir a bailar y a tomar.
Una día, mientras robábamos un auto, nos dimos cuenta de que era de un policía. Cuando corríamos disparó y mató a uno de mis amigos.
Entrábamos a casa y nos llevábamos todo lo que era electrónico y herramientas que después vendíamos. Escondía las cosas que robábamos debajo de mi cama.
Estuve de novia, él quería que tuviéramos relaciones sexuales, pero yo no. Un día lo encontré tirado en el piso, había cocaína en la mesa. Cuando intenté ayudarlo a levantarse, me agarró y aunque quise pararlo, pero me golpeó y abusó de mí. Después de eso, me empecé a hacer cortes. Nunca le conté la mi familia lo que me estaba pasando.
Ya no me importaba si me mataban o si me agarraba la policía, incluso quise suicidarme. Un día estaba yendo a comprar cocaína y una persona de la Iglesia me invitó a la Universal. De tanto insistirme, volví.
Cuando llegó la Hoguera Santa, estaba débil, pero me fortalecí en el Altar.
Agarré la marihuana y la cocaína, la tiré y dejé todo. Con el tiempo, fui luchando con mi familia y todo cambió. Logramos un negocio, dos casas y dos motos. Mis hermanas tienen un buen trabajo y mi hermano está a cargo de una empresa de telas. Estamos unidos y bendecidos. Dios nos dio mucho más de lo que teníamos. Todos estamos en Su presencia. Si alguien quiere conocerlo realmente, tiene que entregarse verdaderamente”.
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