Hay quien busca muchas cosas en este mundo.
Hay quien se empeña en realizarse, para conquistar el oro y el moro.
Pero, ¿recuerda la enseñanza que Jesús le dio a Marta cuando fue a la casa de Marta y María?
Marta estaba preocupada con los quehaceres de la casa. En servir café, pan, en fin, en dejar la casa limpia para que los demás siervos vieran el cuidado que ella tenía para con su hogar, para recibir al Señor Jesús.
Pero María era diferente.
María sabía que la estancia de Jesús allí sería breve. Entonces, aprovechó el momento en que el Señor estaba en su casa. Ella se quedó a sus pies.
Marta andaba de un lado para el otro, preocupada. Pero luego manifestó su carácter:
“… Señor, ¿no Te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.”, (Lucas 10:40).
Ella pensaba que iba a recibir el apoyo de Jesús, pero Él dijo:
“… Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”, (Lucas 10:41-42).
Marta estaba preocupada con la apariencia. Y María se dedicaba a absorber la presencia del Altísimo. A comprender al Señor Jesús. A humillarse ante Su presencia.
También así fue el corazón de Daniel. Él aplicó su corazón a comprender, a entender y a humillarse ante el Altísimo. Por ese motivo, su oración fue escuchada.
Muchas veces, las personas oran pidiendo para sí mismos. Mirando sus propios beneficios. Están preocupadas consigo mismas, con su futuro, con quien van a casarse, dónde van a trabajar, la profesión que van a ejercer. Pero Daniel no se preocupaba, porque quería agradar a Dios.
Es como dijo David:
“Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón.”, (Salmos 37:4).
[related_posts limit=”15″]