“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré Mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.” (Salmos 32:8-9)
El primer consejo ya está allí: no sea burro, no sea obstinado; obedezca a Dios. Él promete instruirnos y enseñarnos el camino que debemos seguir. Obviamente, el camino señalado por Dios es siempre el mejor camino. Aunque no sea un camino fácil, aunque sea un camino estrecho, un camino de luchas, es el mejor camino. Siendo así, ¿por qué no obedecer?
Cuando andamos por el camino indicado por Dios, permanecemos bajo Su vista. Y bajo Su vista, nos da consejos. Quien es inteligente, sigue Sus consejos. Quien es obstinado y desobediente, se hace burro. Al contrario de los espíritus malignos, Dios no quiere caballos, mulas o burritos. Dios quiere que Sus hijos usen la inteligencia que Él les dio a todos. Todos tienen inteligencia, pero no todos la utilizan. Todos tienen la capacidad de obedecer sin la necesidad de ser obligados a obedecer.
Dios no obliga a nadie a nada. Él espera que haya en usted la suficiente inteligencia para sacrificar lo que sea necesario para seguirlo. Sacrificar sus emociones, su pereza, su tendencia a hacer solo lo que tiene ganas. Espera encontrar disposición para obedecerlo, renunciando a las antiguas costumbres, con humildad para continuar en el camino que Él enseña.
Use su inteligencia, ande por el camino que Dios enseña y obedezca Sus consejos.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo