El Señor Jesús les dio un ejemplo a sus discípulos sobre cómo se debería orar a través de la oración del Padre Nuestro:
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos…” Mateo 6:9
En este versículo, la palabra “Padre” tiene una connotación mucho más amplia de lo que se cree. Algunos consideran que esta oración se reduce exclusivamente a los “hijos de Dios”, es decir, a los que Lo obedecen. Sin embargo, Judas también estaba allí y formaba parte de Sus discípulos. El Señor sabía que él lo traicionaría, aun así, también le enseñó a orar.
Dios no es solo el padre de los que Lo obedecen, Él es el Padre de toda la eternidad, es la Autoridad Suprema y el Creador de todo lo que existe. En síntesis, cualquier persona puede hacer esta oración, tanto los que son hijos de Dios como los que no.
Por ese motivo, es importante que al principio de la oración se reconozca a Dios como el Ser Soberano que es. Esta práctica es, indudablemente, la parte más trascendental de una oración. Además, es un acto de fe, pues cuando ora reconociendo Su grandeza, usted cree en alguien que no puede ver ni sentir.
Muchas personas oran, sin embargo, no lo hacen correctamente y sus vidas siguen destruidas. Hay que considerar que la oración resulta efectiva cuando se realiza de manera racional, sincera y aplicada, lejos de todas las distracciones. Medite en lo que Jesús dijo:
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” Mateo 6:6.
Tal vez, usted esté lejos de Dios o no crea en Él, y aun así está lleno de problemas y tiene el deseo de cambiar su vida. Haga una oración sencilla, que salga de su interior y verá que, a través de ella, entrará en contacto con el Altísimo. Él lo oirá.