Así como un padre no le regalaría un auto a su pequeño hijo, tampoco Dios les dará una gran bendición a los que todavía no están preparados para recibirla.
El problema es que las personas esperan tener la vida abundante que el Señor Jesús prometió sin siquiera oír Su voz, ni mucho menos obedecerla. De esta manera, el tiempo pasa y nada sucede.
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:19-20).
En otras palabras, el sentimiento de indignación, por sí solo, no le trae ningún resultado a nadie, al menos, por supuesto, que esté acompañado de actitudes de fe como las que tomó Gedeón.
Gedeón cargaba en su interior un sentimiento de ira contra las injusticias que él padecía junto a todo el pueblo de Israel. Sin embargo, eso no fue suficiente para que todo cambiara, porque debió demostrar su indignación a través de obras, por ejemplo, sacrificó un cabrito cuando el ángel del Señor se le apareció y, de ahí en adelante, obedeció a todos los pedidos de Dios. Así, vio cómo lo imposible sucedía en su vida al derrotar un ejército de 135 mil enemigos con solo 300 hombres.
Hoy en día, hay cristianos que dicen estar indignados y que, por esa única razón, están preparados para alcanzar las bendiciones, pero, en realidad, muchos no lo están. Si lo estuvieran, oirían la voz de Dios y Lo obedecerían en todo.
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