“En mi matrimonio había muchas peleas, problemas y ataques no solo verbales, sino también físicos. Llegábamos al punto de sacudirnos, tirarnos con objetos y darnos golpes de puño hasta lastimarnos”, relata Hugo al recordar su pasado.
A pesar de las agresiones, cuando se encontraba lejos, extrañaba su hogar. Al respecto, detalla: “Mientras estaba en mi trabajo, no veía la hora de estar con mi familia, pero, en el momento que ponía un pie dentro de mi casa, algo más fuerte que yo me controlaba. Entonces, me ponía muy nervioso y agresivo”.
EL REFUGIO EQUIVOCADO
El conflicto constante hizo que buscara un escape en los vicios. “Tantas peleas me llevaron a refugiarme en el alcohol. Cuando salía de mi trabajo, me iba a beber, no quería llegar a mi casa porque allí siempre había discusiones”, recuerda.
Ese intento de huir de la realidad hizo que todo empeorara. Hugo señala: “Me rodeé de malas amistades y, en una de esas noches, traicioné a mi pareja, justo cuando mi hijo era recién nacido. Eso desencadenó en la separación”.
A raíz de esa situación, comenzó a sentir soledad y tenía pensamientos de suicidio. “Entonces, me involucré aún más en el vicio del alcohol. Muchas veces llegaba a lugares y no recordaba cómo lo había hecho”, cuenta y agrega: “Sabía que, si quería cambiar, debía buscar a Dios”.
Hugo detalla: “Conversé con mi pareja, le pedí que me diera una oportunidad y decidimos ir los dos a las reuniones de la Terapia del Amor. Fuimos decididos porque no soportábamos más la vida que llevábamos”.
El momento clave llegó cuando Hugo se acercó al Altar en busca de una respuesta Divina. “Le dije a Dios: ‘Si todo lo que está escrito en la Biblia es real, si todo lo que escuché es verdad, algo tiene que suceder en mí. Si no, me voy a tirar ante el primer auto que se me cruce’”, relata.
UN NUEVO CAPÍTULO
Ese acto de determinación lo cambió todo. Así, él recuerda ese día: “Le entregué a Dios mi vida, mi familia, mi matrimonio y comenzó la transformación. Salió de mí esa carga pesada que llevaba. Pude dormir, ya no tenía deseos de quitarme la vida y me sentía alegre”.
Hoy, Hugo vive días de paz y alegría junto con su familia. “Todo es diferente. Donde antes había peleas, ahora existe el diálogo. Ya no me siento nervioso dentro de mi casa, al contrario, ahí es el lugar donde más tranquilo estoy. Dios restauró mi matrimonio y nos casamos en el Altar. Él me sorprendió porque hizo mucho más de lo que Le había pedido, me llenó de Su Espíritu, que es mi mayor alegría”, señala.
Esta historia es un ejemplo de que, incluso en los momentos más oscuros, es posible encontrar un cambio verdadero. Si vos también querés lograrlo, acercate este jueves a la Terapia del Amor.
Hugo y su esposa asisten a la Iglesia Universal ubicada en Boulevard Hipólito Yrigoyen 259, Rafaela, Santa Fe.