Dios solo le mostró a Abraham adónde debería ir después de que él obedeció y salió de Harán. Así, se convirtió en la propia bendición y se multiplicó. Es decir, es la obediencia lo que hace que Dios actúe.
En el pasaje bíblico de la multiplicación, Jesús bendijo los panes y los peces, pero Él no los multiplicó. Aunque el Señor Jesús tenía, y tiene, poder para hacerlo, fue la fe de los discípulos de obedecer Su orden lo que hizo que el milagro sucediera:
“Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos.” Marcos 6:41
Si la multiplicación hubiese ocurrido en las manos del Señor Jesús, no habría habido necesidad de que Él partiera los panes, y la Biblia no diría que Él repartió los dos peces … lo que Él hizo fue bendecir. Jesús no dijo que multiplicaría, al contrario, Él les había dicho a Sus discípulos: “Dadles vosotros mismos de comer …” (Marcos 6:37).
Los discípulos creyeron en la bendición y obedecieron a la orden de distribuirles a las personas. De esta forma, la multiplicación se produjo en las manos de los discípulos a medida que distribuían …
No hay otra manera, quien quiere ver la grandeza de Dios en su vida, quien quiere alcanzar las promesas de Dios, ¡tiene que obedecer, tiene que salir de su Harán, de su mundo, de sus ideas, opiniones, forma de ser, tiene que contrariar a la lógica, tiene que negar a su “yo” y obedecer a la Voz de Dios!
¡Obedecer es creer! El que obedece se convierte en la bendición, multiplica y hace la diferencia.