Los niños desconfían si una persona les pasa una información incompleta y son más precavidos para las nuevas preguntas u orientaciones. Y más: para completar lo que no aprendieron, los pequeños exploran por sus propios medios. Es lo que dice un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, en la sigla en inglés), de los Estados Unidos.
Por eso, incluso alguien confiable y correcto puede cometer una falla muy grande: omitir algo en esa enseñanza, subestimando la inteligencia infantil. “Los pequeños perciben claramente cuando hablamos lo que no vivimos o no estamos muy cómodos con el tema. No podemos olvidar de que actuarán en el futuro de la forma en cómo aprenden hoy y que somos el ejemplo a ser seguido”, dijo el psicoanalista Fabio Bonilha Cavaggioni, de San Pablo.
¿Y si golpea el impulso de omitir algo al dar una orientación o responder una pregunta? “Resista”, dice Fabio, “pues la creatividad del niño no tiene límites”. Y aconseja: “Hable siempre de forma coherente y de fácil comprensión. No tiene que extenderse en el tema o profundizarlo. Quédese en lo básico, pero correcto. Más que interesante, la información debe ser verdadera”.
El especialista aclara que es necesario que haya una conexión: “Tiene que dejar al niño cómodo, sin juzgarlo, ni criticarlo ni reírse de lo que él dice. Eso ayudará a tener más acceso a las ideas y pensamientos del pequeño, creando una atmosfera de respeto y seguridad”. Así, todo fluirá con más naturalidad y confianza para ambos lados. Caso contrario, si falta información en casa, los niños buscarán en otros lugares y personas, algo que puede ser peligroso, en el caso de que se encuentren con alguien mal intencionado o que no está preparado.
Consecuencias para toda la vida
Fabio explica que la omisión genera “jóvenes inseguros, inadecuados, con valores y deseos diferentes de la realidad”, sin embargo, aquellos con referencias adultas que respetaron su inteligencia son “integrados, respetan a las personas e instituciones, están adecuados a la sociedad”.
El psicoanalista recuerda que hay excepciones y da consejos que hacen la diferencia: “la presencia adecuada de los responsables poniendo reglas, límites, estimulando la creatividad, acompañando el desarrollo, entre otras cosas, es determinante para un crecimiento saludable y feliz”.
Por su forma de ser, los padres de Douglas Oliveira, de 31 años, (Foto de al lado. Douglas y su familia) siguieron bien esta receta. “Conversaba mucho con mis padres, principalmente con mi madre. Ella usaba ejemplos de lo que sucedía con personas cercanas, entre hechos positivos y negativos, y me mostraba las consecuencias de sus acciones. No era solo ver los errores y aciertos, yo pensaba en ellos. “Entre las lecciones, destaca una: “Me mostraron que era más importante que yo conquiste algo por mis propios medios que yo lo reciba de alguien. Si eso solamente viene, sin sudor, usted puede tener malas sorpresas en seguida.” Con lo que le enseñaron, dice que tiene más fuerza contra las tentaciones de las “facilidades” que se ofrecen todos los días, incluso en el mundo de los negocios: “Usted se acostumbra a actuar de la forma correcta. Cuando sigue la ley, su empresa es saludable, tiene credibilidad. Si hace las cosas como debe, tiene una respuesta de eso.”
Hoy el empresario está bien armado para una batalla importante: criar a su hija, Maia, de 1 año. “Desde pequeña, también le enseño que debe conquistar las cosas, aún en las pequeñas acciones. Ella ve que hay un camino a seguir hasta llegar a lo que quiere, puede hacer elecciones y algunas son las correctas. Aprende a decidir. No es solo decir “no”, sino que hay que mostrarle las opciones positivas y negativas”. ¿Recuerda la conexión entre padres e hijos de la cual el especialista Fabio habló? Douglas la aplica en la práctica. “Solamente basta que Maia me mire, y ella ya percibe si algo está bien o está mal. Así, ella sabrá elegir por su propia decisión, con el tiempo.”
Obviamente, cada generación es diferente de la anterior en muchas cosas y eso debe tenerse en cuenta, para que los adultos entiendan ese “nuevo lenguaje” de los más jóvenes y los hijos comprendan un poco el “lenguaje” de los padres, respetándolos.
Colaboró Marla Dedoné
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