Las personas han pensado que el Espíritu Santo es igual a un ferrocarril, que solo puede pasar por donde hay rieles, o como el auto y el avión, que tiene una ruta a seguir sin opción a desviarse.
Sin embargo, el Espíritu Santo es la verdad que guía:
“Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad…” Juan 16:13
En este pasaje bíblico, Jesús deja en claro que el Espíritu Santo jamás nos obligará a seguir este camino de verdad y justicia, sino que nos mostrará cuál es nuestro verdadero estado espiritual, emocional y físico, con la intención de que reconozcamos y cambiemos.
La primera verdad a la que Él nos guía es hacia nuestro real estado espiritual.
¿Cuál es mi estado espiritual? ¿Tengo miedo de la muerte? ¿Soy una persona indefinida? ¿Hago planes y no asumo las responsabilidades de estos? ¿No mido las consecuencias de mis acciones y reacciones? ¿Espiritualmente he priorizado a personas, lugares e incluso posiciones y he dejado a Dios en segundo lugar? Si este es el caso, el Espíritu Santo me revela que mi alma no está salva, me revela la verdad de que necesito perdón, la verdad de que necesito cambiar, la verdad de que necesito amarlo más a Él que a mí mismo.
Porque, cuando Dios no está en primer lugar en nuestras vidas, no tenemos paz, definición, alegría, ni responsabilidad en nuestras acciones y reacciones. Es decir, no pensamos en las consecuencias, esa actitud nos aparta y enfría aún más de la presencia de Dios, de Su Palabra y del Altar.
Si no aceptamos la verdad sobre nuestra alma, nos volvemos desequilibrados.
¿Cuál es mi estado emocional? ¿Soy una persona hiperemotiva, hipersentimental, que por todo y por nada me quejo o murmuro? ¿Me condeno o censuro, creyendo que Dios no me responde, que no me escucha o que no me valora? ¿He sido ingrato con todo lo que Dios ha hecho en mi vida? Todo esto prueba que su alma no está saludable. No obstante, cuando acepta esta verdad sobre tu estado emocional que el Espíritu Santo le muestra, deja de murmurar, de lamentarse, de compararse con los demás y supera sus traumas, abandonando manías y costumbres. De esta manera, su alma es curada.
Cuando el Espíritu Santo revela nuestro verdadero estado espiritual sobre nuestro cuerpo, nos da la conciencia de saber si somos el templo de Dios o el de otros espíritus. Si hemos usado nuestro cuerpo para la promiscuidad, para llamar la atención de los demás con la intención de ser idolatrados por nuestro físico o por la manera de vestirnos, la Verdad nos muestra que no debemos aceptar tales actitudes; porque es importante cuidar y valorar, pero el propósito es que nuestro cuerpo sea lleno y usado por el Espíritu Santo, sin la vanidad de seguir la moda de este mundo.
Por medio de estos ejemplos prácticos, también podemos observar que el Espíritu de la Verdad no nos tomará de las manos para exigirnos que sigamos Su camino sin desviarnos ni a la izquierda o a la derecha como el ferrocarril.
Él simplemente nos indica el camino, aunque el mundo, la religión y la moda nos presente varios.
Jesús dijo:
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” Juan 14:6
es decir, no hay otro camino, Él es el único.
Por eso, el Espíritu Santo nos revela en qué camino estamos, para que cambiemos de dirección, nos arrepintamos y tomemos la decisión de reconocer nuestro verdadero estado espiritual, emocional y físico.
“Pero cuando Él, el Espíritu de Verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir”. Juan 16:13
¿Logró reconocer su verdadero estado espiritual?
Obispo Júlio Freitas