¡6° Miércoles con otra revelación más acerca del Fruto del Espíritu Santo, la Bondad, en el Templo de los Milagros!
El perdón no es una opción, es una necesidad. Por eso, para entrar al Reino de los Cielos, debemos perdonar. Antes de la Salvación, viene el perdón.
Cuando uno es bondadoso, es capaz de perdonar con más facilidad.
Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. Lucas 10:30-35
Dios Se agradó del samaritano. Ni los conocedores de la Palabra (el levita y el sacerdote) fueron bondadosos.
De nada sirve decir ser cristianos si no hacemos nada cuando vemos a alguien sufriendo, ¡esto es religiosidad!
Lo que Dios quiere de nosotros es que tengamos amor por el prójimo, Él quiere ver que seamos bondadosos.
La persona bondadosa es dulce y jamás mira para sí misma. Su objetivo es glorificar al Señor Jesús a través de sus actos de generosidad.
Cuando la persona piensa en sí misma, piensa como el diablo, porque ve por sus propios intereses.
Debemos ser como el Señor Jesús que, en sus 33 años, jamás miró para Sí mismo. Él pensó en el prójimo, e incluso, dió Su Vida por nosotros.