Ya no son jovencitas con comportamientos infantiles e inconsecuentes, pero tampoco lo suficientemente mayores como para dejar de lado sus sueños y no luchar para conquistar lo que desean. Las mujeres en esta etapa, con sus excepciones, ya presentan una mayor madurez.
Las experiencias vividas en su adolescencia y juventud las hacen pesar mejor las situaciones, sus reacciones y decisiones, volviéndolas mujeres más responsables y racionales (por lo menos debería ser así).
Ellas saben que llegó el momento en que no pueden perder más tiempo con decisiones equivocadas que podrían comprometer su futuro. Llegó el momento de tomar decisiones importantes que influenciarán de manera drástica los años que están por venir.
¿Aventuras y relaciones sin compromiso o constituir una familia sólida? Hijos, ¿sí o no? Carrera profesional, ¿elegí bien? Son solo algunas entre tantas otras decisiones importantes en esta etapa de la vida de la mujer.
La cuestión es: ¿Cómo tomar la decisión correcta? La respuesta es simple y al contrario de los consejos que usted acostumbra oír: ¡No siga a su corazón!
O sea, no se deje llevar por lo que su corazón siente o quiere para ese momento, pues, seamos sinceras, ¿cuántas veces ya oyó y obedeció la voz de su corazón y el resultado fue sufrimiento y desilusión? Por eso mi amiga, ¡sepa que llegó el momento de elegir correctamente!
Y para eso, desarrolle y use toda su capacidad de pensar, razonar y evaluar toda y cualquier situación que se le presente, de manera inteligente y decida, sin miedo, sobre lo que es lo mejor y más adecuado no solamente para el ahora (emoción), sino principalmente para aquello que usted quiere alcanzar en el futuro (visión). ¡Eso es lo que llamamos fe inteligente!
“Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre (visión de futuro), no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (fe inteligente)
No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla (emoción), todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él (frustración)”, (Lucas 14:28).
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