Hilda Gerasimieg: “Decidí separarme, me quedé sola con mis tres hijos y sin trabajo. Pasamos necesidades de todo tipo. Salíamos a pedir comida casa por casa o juntábamos cartón. A veces íbamos a un comedor comunitario.
Estaba enferma, sufría fuertes cólicos y dolores de cabeza, pasé por eso toda mi vida. Uno de mis nenes tenía una alergia en la piel, se le formaban llagas en el cuerpo y debía tomar antibióticos. A veces los conseguíamos en las salitas o en un Hospital, pero cuando no, pedíamos ayuda y siempre aparecía alguien que compraba el medicamento, porque lo veían con la piel lastimada.
A pesar de que estábamos en una situación económica crítica, no podía faltarme el cigarrillo y el alcohol. Se había vuelto un vicio, si juntaba algo de dinero, lo usaba para eso.
Lo único que hacía era llorar, estaba en un profundo pozo depresivo. No creía en nada, menos en mí misma, dejé de pensar en el futuro.
Pasó el tiempo y yo creía que tenía que conformarme, que moriría así, no tenía sueños. Veía cómo vivían otras personas y me parecía lindo. Pero no me imaginaba que yo pudiera, por ejemplo, tener mi auto.
Cuando llegué a la Universal hice una prueba con Dios y lo primero que cambió fue mi interior, aprendí a creer en mí misma. Mi hijo fue curado y yo también. Dejé el cigarrillo, el alcohol y recuperé las ganas de vivir.
Participé de la Hoguera Santa y conseguí un empleo. Comencé a trabajar por mi cuenta, no pasó mucho y se me ocurrió otro emprendimiento. Hoy tengo sueños, conseguí un auto, mi negocio y acabo de comprar un terreno para construir mi casa. Gracias a Dios logré una fábrica de ropa para mascotas y distribuimos en muchas provincias de Argentina”.
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