Johana recuerda que, antes de llegar a la Iglesia Universal, “tenía una vida destruida, con muchos problemas espirituales, como insomnio”. Y agrega: “también tenía problemas familiares y eso me llevó a tener pensamientos de suicidio. Buscaba el amor o el cariño en otras personas. Todos pensaban que era una chica feliz, pero en realidad tenía depresión. Tuve dos intentos de suicidio. Me cortaba, me lastimaba y no podía estar ni un minuto sin llorar. Me sentía angustiada”.
Hasta que un día, recibió una invitación para participar de la reunión. Ella recuerda: “al principio no entendía mucho, pero tenía el deseo de cambiar. Me bauticé en las aguas y tomé la decisión de dejar todo aquello que a Dios no Le agrada. Comencé a enfocarme más en la búsqueda del Espíritu Santo, hasta que lo recibí y ahí comenzó una transformación”.
“Empecé a ser una mujer decidida, ya no tengo más problemas en mi familia ni pensamientos de suicidio. Mi vida fue totalmente transformada. Soy muy feliz. Para mí, el Espíritu Santo significa todo. Es mi guía”, afirma Johana.
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