María Julia había buscado ayuda en muchos lugares, pero en la Universal encontró la paz que necesitó toda su vida:
“Busqué ayuda de todo tipo. Iba a que me leyeran las cartas para encontrar una solución, pero me decían que me habían hecho un trabajo, estaba desesperada, no sabía qué hacer.
Durante el día, era la más feliz del mundo, aunque hacía mucha actividad física porque tenía complejos con mi cuerpo. Pero de noche me costaba dormir, en aquel entonces, miraba a mi hijo y pensaba que mi vida no tenía sentido. Creía que el suicidio era la solución, pero no quería que él quedara sin madre.
Estaba casada, pero me quería separar hacía mucho tiempo, entonces, conocí a un chico y me involucré con él, esa fue la gota que rebalsó el vaso.
En el gimnasio, me encontré con una amiga y ella me aconsejó que fuera a la Universal, pero yo no quería saber nada. Luego de pensarlo, empecé a participar de las reuniones. Los viernes lloraba mucho, luego empecé a ir los domingos. Tuve mi encuentro con Dios, pude recibir el Espíritu Santo. Gracias a Dios estoy feliz, me siento más segura, por las noches puedo dormir y tengo paz, gracias Dios”.
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