Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. — Juan 3:19
Jesús hablaba con Nicodemo, un líder religioso que había ido a visitarlo a la noche por miedo a ser visto. Jesús aprovechó la manera furtiva en la que ese hombre buscó la verdad, para exponer el mayor pecado – de él y de las personas.
El mayor pecado no es el asesinato, el adulterio, la violación, el robo, la mentira o cualquier otra maldad humana. El mayor pecado es la incredulidad, el rechazo a la luz de Dios, pues la incredulidad nos mantiene culpables de todos los demás pecados. El descreimiento es rechazar el remedio que nos cura de todos los demás pecados.
El remedio es este: Jesús dijo que quien cree en Él no es juzgado. Es culpable, pero absuelto por su fe. Quien no cree en Él, sin embargo, ya está juzgado y condenado. ¿Quién los juzgó y condenó? Ellos mismos, por sus elecciones. Amaron a lo incorrecto más que a lo correcto. Esta es una triste verdad: hay quienes aman más la suciedad, que prefieren los caminos del diablo a los de Dios. Prefieren la oscuridad porque en ella sus errores quedan escondidos. Odian la luz porque en ella se expone todo lo malo que practican. Esta es su condenación. Y recibirán exactamente lo que aman: tinieblas. No podrán reclamar.
Creer es una elección que exige renunciar a ciertas cosas. No creer también es una elección, y también exige renuncia – pero en este caso, renunciar al regalo que Dios ofrece para aferrarse a las malas obras.
Aplicación: Elija creer. Ame a la luz más que a las tinieblas. Renuncie a las cosas que lo separan de Dios. Ellas no valen la pena.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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