Todos desean tener una vida tranquila y próspera para darle lo mejor a su familia. Sin embargo, son pocos los que tienen la osadía necesaria para pensar en grande y asumir riesgos. El dicho popular dice que “el que no arriesga, no gana”, y se aplica perfectamente al área económica.
La mayoría ve a la riqueza como un sueño inalcanzable. Para ellos, ser un gran empresario, ser rico, es un sueño imposible de realizar.
La verdad es que uno se vuelve exitoso cuando deja de ver esos grandes proyectos como sueños inalcanzables y pasa a verlos como metas realizables. Si uno sabe que puede ser lo que quiera, ¿por qué conformarse con ser menos que el mejor?
Para eso es necesario ser una persona de visión y luchar para que las cosas sucedan de la forma que uno quiere. Esa es la forma correcta de realizar los sueños. No se trata solamente de pensar en grande, sino de imaginar y trazar claramente los pazos necesarios para alcanzar su objetivo, no baje los brazos ante la dificultad.
No sirve de nada, por ejemplo, querer tener una franquicia de venta de empanadas y solo imaginar cómo sería. Usted necesita empezar a preparar las empanadas, venderlas, armar una cartera de clientes y luego abrir el primer local.
Quizás usted se sienta pequeño y por eso no logra hacer realidad sus sueños. Necesita tener fe en sí mismo y, sobre todo, en Dios. Eso hará la diferencia, porque hablar de Dios es hablar de algo ilimitado. Si basa sus sueños en algo mucho mayor que usted mismo, las probabilidades de alcanzarlos también serán mucho mayores.
Si quiere aprender más sobre este tema, participe del Congreso para el Progreso este lunes a las 16 o 20 h en Av. Corrientes 4070.
El Congreso para el Progreso funciona
Gabriel: “Estaba en la miseria, vine con mi esposa desde el exterior del país buscando un futuro mejor pero encontramos más miseria. Vivíamos de prestado en la casa de unos familiares, yo no podía conseguir trabajo, y por eso sufrí muchas humillaciones. Pasé hambre, mi esposa lavaba la ropa de sus familiares a cambio de un plato de comida, fueron tiempos muy duros.
Gracias a Dios, perseverando en el Congreso para el Progreso pudimos salir adelante. Pude abrir mi propio negocio y compré un auto y una moto, voy por mucho más”.
José: “Pasé muchas humillaciones porque tenía trabajo y un negocio, pero nada rendía. Me endeudaba y eso repercutía en la familia, porque un problema traía otro. La gente huía de mí porque siempre terminaba pidiéndoles plata prestada.
Eso duró unos tres años, hasta que conocí el Congreso para el Progreso.
Aquí logré cambiar mi forma de pensar y así, de a poco, cambió mi vida. Perseverando, logré pagar las deudas, compré un auto para mi esposa, trabajo por mi cuenta en la construcción, compré una camioneta de contado y voy por mucho más”.
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