Si se exige mucho por miedo a equivocarse y al cometer una falla reacciona mal, culpándose, necesita aprender a lidiar con sus errores. No es una tarea sencilla, sin embargo, hay que diferenciar lo que es esforzarse para ser excelente y lo que es vivir en función de la perfección. Ese comportamiento no es saludable, porque impide que seamos productivas y destruye nuestra autoestima.
Cada una tiene su particularidad, compararse con otras personas solo causa frustración. Según una investigación publicada por el Canadian Journal of Behavioural Science, el perfeccionismo impide que las personas progresen, invertir más tiempo del necesario en las tareas puede generar atrasos, incumplimiento de plazos y hasta frustración. La posibilidad de cometer errores inhibe las acciones y limita el desarrollo de la persona. Muchas terminan huyendo de nuevos desafíos porque se sienten incapaces de realizarlos.
Señorita perfección
Alcanzar el padrón de belleza que presentan los medios de comunicación, ser una madre perfecta, querer agradar a todos por miedo a ser rechazada son solo algunos deseos de las mujeres que tienen la manía de la perfección. Ellas se exigen de más y eso da lugar a la inseguridad y la insatisfacción, pues esa forma de lidiar con errores y aciertos destruye la confianza en sí misma.
Esforzarse para ser excelente es diferente de vivir en función de la perfección. Es importante entender que cada uno tiene su manera de hacer las cosas, por eso, las diferencias tienen lugar. Ser conscientes de esto nos hace menos exigentes y nos libera de la necesidad de querer ser perfecta delante de los otros. “Esto no quiere decir que debamos ser benevolentes con nuestros errores, pero debemos entender que a lo largo del camino vamos a cometer fallas por el simple hecho de no ser perfectas. A veces hacemos un comentario fuera de lugar, tomamos una actitud de la cual nos arrepentimos, decimos una palabra fuera de lugar. Son tantas las cosas en las que nos podemos equivocar, por eso es importante vigilar para no repetir los mismos errores”, dice la autora Tania Rubim en su blog. Aun así, la voluntad de mejorar y hacer algo bien hecho no debe ser excluida.
La excelencia es saludable y no causa daños, depende del esfuerzo de cada una. Ser excelente es mejorar las actitudes diarias y tener seguridad para lidiar con los errores transformándolos en lecciones. Para alcanzar esa virtud es necesario buscar orientación en la Palabra de Dios y esforzarse para cambiar lo que sea necesario.
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