Q uien tiene juicio no duda del poder de la fe. Esta funciona, independientemente de las circunstancias. Claro que, cuando se intenta mezclar la fe con cualquier cosa que sea injusta o pecaminosa, esta no funciona.
La fe exige coraje, pero si esa actitud involucra mentira, engaño, corrupción o cualquier otro medio incorrecto, entonces deja de ser el poder de la fe, para convertirse en la fuerza de la carne. La fe de Dios es cuestión de inteligencia. Si la misma es la acción del Espíritu Santo en nosotros, ¿cómo creer que va a dar frutos asociándose con el pecado?
¿Es posible conquistar a los maridos o mujeres de los demás usando el poder de la fe?; ¿es posible tener una unión estable sin el empeño de la palabra de la fe en el Altar, sabiendo que el Espíritu del Altar es Quien santifica al matrimonio de la misma forma en la que santifica las ofrendas? (Mateo 23:19).
¿Es posible usar el poder del bien para disfrutar los frutos del pecado? ¿Se puede construir riquezas en base a la mentira y a la corrupción sin que, a su debido tiempo, se coseche la maldición para sí y extensiva a sus generaciones?; ¿es posible asociarse con el mal y mantenerse lejos de él? Lea y medite en este texto: “¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, para poner en alto su nido, para escaparse del poder del mal!”, (Habacuc 2:9).
En resumen: quien usa el mal para sacar ventajas, tarde o temprano, será desgraciado por él. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”, (Gálatas 6:7).
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