La Palabra de Dios dice:
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Malaquías 3:10
Este pasaje del Libro Sagrado deja claro que quien cree y se entrega verdaderamente a Jesús, sigue adelante con la plena confianza de que Su Palabra será segura y decisiva ante todos los pedidos, principalmente, en los momentos de angustia y aflicción. El Padre quiere nuestro bien. Él es el responsable de mostrarnos lo que es correcto, cabe a nosotros aceptar el bien.
Aquel que tiene confianza en el Señor Jesús y lo hace su guía, no tiene ningún tipo de miedo. Es necesario tener la convicción y la sabiduría de que para creer genuinamente, es necesario que haya una entrega total de cuerpo, alma y espíritu.
Poner al Señor a prueba en un caso de enfermedad, por ejemplo, o cualquier otra situación, es una señal de fe.
“Y cuando llegó la noche, trajeron a Él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” Mateo 8:16-17
Cuando Jesús fue sacrificado, llevó consigo todas las enfermedades y libró a los enfermos de todo el mal que cargaban. Al resucitar, Él dejó muertas todas las enfermedades y le entregó a todos, toda la cura. Eso quiere decir que, para quien cree en Él – inclusive todo lo que está escrito en un papel, condenando su vida – todo puede ser revertido. Esos están curados mediante la Palabra. Por eso, delante de las adversidades, entregue su vida y sus problemas, Él va a ayudarlo. Todo lo que es hecho por Jesús es completo.
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto…” Malaquías 3:10
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