El diálogo de Dios con Ezequiel en el capítulo 37 del libro que lleva su nombre, me llama la atención, no simplemente por la impresionante pregunta del Altísimo, sino también por la humilde respuesta del profeta.
“Y me dijo: Hijo del hombre, ¿acaso vivirán estos huesos? Y yo dije: Señor DIOS, tú lo sabes.
Ezequiel sabía que a los ojos humanos era imposible que la vida volviera a los miles de esqueletos esparcidos por el valle. Sin embargo, incluso ante una escena aterradora, el profeta creía que por el Espíritu de Dios, cualquier circunstancia podría ser transformada.
La profecía se cumplió pasados unos días, e Israel se alzó como una fuerte nación, saliendo del “valle de huesos secos”, tras el duro exilio babilónico.
De la misma manera, para nosotros, es imposible que la multitud de muertos espirituales, dentro y fuera de la Iglesia, reviva y se convierta en nueva criatura. No somos capaces de penetrar en su corazón para cambiar sus conceptos y voluntades. Ni siquiera sabemos expresarnos como conviene.
Pero si estamos llenos del Espíritu Santo, Su poder actuará por medio de nosotros y transformará “huesos secos” en ejército, ¡justamente porque, para Él, no hay nada imposible!
Es el Espíritu Santo que penetra en los corazones; quebranta a las personas más duras de corazón; convence al hombre de pecado; conduce al arrepentimiento; aplica la Sangre del Señor Jesús en el pecador… En fin, toda obra redentora de la Cruz es empleada en nosotros por el Espíritu de Dios.
Por tanto, sepa que nuestro trabajo para Dios no tiene ningún valor si no es hecho por el poder del Espíritu Santo. Incluso aquellas obras que parecen tan expresivas y arrancan aplausos humanos.
Sabemos que Dios tiene prisa para realizar sus obras en este mundo, y hay tanto que hacer…
Pero si nos basamos en la fuerza de nuestro brazo o en el poder de nuestra capacidad intelectual, nada tendrá provecho.
Queremos que la Iglesia de hoy sea tan expresiva como la Iglesia de Hechos de los Apóstoles, ¿pero hemos vivido como los apóstoles vivían? ¿Hemos creído, cómo ellos creyeron? ¿Hemos dependido de lo Alto, cómo ellos dependieron?
Todas las obras maravillosas que leemos en Hechos, no se hacían por los humanos, sino hechos poderosos del Espíritu Santo.
Entonces concluyo que si nosotros, siervos del Altísimo, no vivimos 24 horas al día siendo guiados por el Espíritu Santo, seremos como cucarachas tontas, sin dirección.
¿Ha pensado dedicar toda su vida a una misión y, al final, ninguna obra subsistir?
Esto es terrible, pero puede suceder porque, sin el Espíritu Santo, la mejor predicación no pasa de letra muerta; sin el Espíritu Santo, cualquier intento de ayudar al prójimo no pasa de adoctrinamiento humano; sin el Espíritu Santo, las promesas bíblicas no pasan de palabras que generan solamente expectativas.
En fin, ¡necesitamos el Espíritu Santo, más que necesitamos el aire para respirar!
Por lo tanto, nunca olvidemos que no sirve de nada hacer algo para la Obra de Dios, si no es por intermedio del Espíritu Santo. Es Él quien opera todo en todos, cuando se trata de la Senda Divina. Si no es Él, por Él y para Él, todo es en vano.
¡Hasta la próxima semana!