Israel está íntimamente ligada a la historia de la civilización de todo el planeta, aunque el surgimiento de lo que conocemos como el Estado de Israel sea reciente: 1948.
No hay forma de hablar de Israel sin hablar de sangrientos conflictos. La estrecha franja de tierra en Medio Oriente fue, durante milenios, codiciada y conquistada por diversos pueblos. Muchas veces tomada a la fuerza y, muchas otras, recuperada, el área aún es el blanco de disputas políticas y bélicas. Mientras que en la Biblia se narra mucho de esa discordia – conquistas romana, griega, persa, egipcia y por el propio pueblo judío –, del siglo XIX a esta parte, podemos trazar una breve línea de tiempo que ayuda a entender la realidad actual, presente en los titulares de los medios de comunicación.
Los judíos fueron expulsados por los romanos en el siglo III. En 1897, esparcidos por todo el mundo a causa de la diáspora (dispersión de pueblos obligados a vivir en el exilio por ser perseguidos por motivos políticos o religiosos) provocada por Roma, decidieron volver a la anterior Tierra Prometida, con un objetivo especial, la sagrada Jerusalén. La entonces conocida área de Palestina pertenecía al Imperio Otomano, y allí vivían alrededor de 500 mil árabes. En 1903, ya existían 25 mil inmigrantes judíos viviendo entre ellos. En las vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914), ya se habían convertido en más de 60 mil. Después de la Gran Guerra, el Reino Unido quedó al mando de Palestina, mediante un acuerdo internacional entre los vencedores del conflicto mundial.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, cuyo impacto para los judíos de varios países fue uno de los más traumatizantes de la historia – el Holocausto, en el que millones de judíos perecieron en las manos de los nazis -, los hijos de Abraham en Palestina, ya sumaban más de 600 mil. La inmigración hacia la región aumentó mucho con el fin de la guerra, en 1945. Los enfrentamientos, también.
Finalizada la guerra, el mandato británico también llegó a su fin y la situación fue delegada, en 1947, a la entonces recién creada Organización de Naciones Unidas (ONU), que intentó intervenir en la eterna disputa territorial entre judíos y árabes.
El organismo internacional propuso la creación de un Estado doble, compartido entre los árabes y los judíos, en una Jerusalén “internacional”, que sería una intersección entre los dos pueblos. No hubo simpatía por la propuesta por ninguna de ambas partes.
El Estado de Israel
Israel tomó el territorio que la ONU determinaba y declaró su independencia. Egipto, Siria, Jordania y el Líbano no aceptaron y atacaron la región. Fueron derrotados.
En 1967, un conflicto más. En la que se conoció como la Guerra de los 6 Días, Israel no solo derrotó nuevamente a Egipto, Siria y Jordania, sino que conquistó toda Cisjordania, los Altos de Golán y Jerusalén Oriental – hasta entonces, ocupada por los árabes. En 1973, Egipto y Siria intentaron una represalia en la llamada Guerra de Yom Kippur (el Día del Perdón), pero no tuvieron éxito.
Comenzó el siglo XXI, sin que terminara la discordia. Así como los palestinos se niegan a reconocer el Estado de Israel, este no quiere devolver los territorios ocupados desde 1967.
Actualmente, los conflictos en Medio Oriente nuevamente ocupan los titulares mundiales, y la tan anhelada paz (por lo menos para la mayoría) es una realidad cada vez más distante.
La Palabra lo explica
Claro que muchos hechos ocurridos en el período descrito quedaron afuera del resumen, pero lo básico para entenderlos está mencionado. No es un tema tan lejano como imaginamos, pues la Historia sucede hoy, para constar después en los libros y otros registros. Tierra Santa no es tan lejana a nuestra realidad occidental como muchos piensan. A fin de cuentas, los hechos que tuvieron lugar en Jerusalén están relacionados a nuestra vida espiritual y al destino de todos nosotros frente a la eternidad con Dios, como se describe en Apocalipsis.
Además, no fue por casualidad que Dios eligió a Israel como punto de partida para la divulgación de Sus Preceptos. Era un punto estratégico para la realidad del mundo entonces conocido, como veremos a continuación.
Entre las superpotencias de la época
La mayoría de las historias de la Biblia tuvo como escenario el área que Israel ocupa en la actualidad. A primera vista, puede parecer un territorio muy pequeño en el cuadro internacional, pero obtiene mucha importancia si lo analizamos en el plan de Dios.
Israel ocupaba un área estratégica respecto a aquellas que podríamos llamar las “superpotencias” del mundo antiguo. El Señor reveló Su soberanía sobre los hebreos, quienes se establecieron poderosamente en la estrecha franja de tierra ubicada en la costa este del Mediterráneo, y desde allá esparció Su gloria a los reinos vecinos, que a su vez, continuaron divulgando la Palabra en sus dominios alrededor del mundo. Todos fueron influenciados: socios comerciales, inmigrantes e inclusive invasores y conquistadores – recuerde qué importante divulgador del poder de Dios fue Daniel, cuando su pueblo era esclavo en Babilonia y cómo, el propio Imperio Romano, se curvó ante el cristianismo que tan ferozmente combatió.
El Imperio heteo, por ejemplo, estaba situado en la actual Turquía, en un territorio que se extendía en dirección a Siria y hacia el norte de la Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates. En el inicio de la época civilizada del Antiguo Testamento, los heteos dominaron frecuentemente Canaán. Aunque eran guerreros natos, llamaban la atención por su alto nivel de desarrollo, abarcando las artes, la arquitectura y las leyes. Fueron los primeros en dominar la ciencia de la refinación del hierro que, por ejemplo, impulsó a varias culturas. Fue a ellos que Abraham les compró las tierras, en las que él y su familia fueron sepultados (Génesis 25:10).
Egipto albergó a una de las civilizaciones más antiguas de la Tierra. Fundado hace más de 5 mil años sobre las márgenes del río Nilo, fue una de las grandes potencias políticas y económicas del planeta. A causa del famoso río que lo mantiene hasta hoy, muy ocasionalmente pasó por períodos de escasez – también, se debió mucho a las buenas administraciones. En algunas ocasiones, el propio pueblo de Dios vivió allá en momentos de crisis. Los egipcios entraron en conflicto con los hebreos una numerosa cantidad de veces debido a las tierras y las rutas comerciales, llegando a esclavizarlos (como lo muestra el libro de Éxodo). Moisés, antes de llevar a su pueblo a la Tierra Prometida, fue usado para mostrar el poder de Dios a sus captores en varias oportunidades, hasta conseguir la tan anhelada libertad.
Los sumerios ocuparon el sur de la Mesopotamia durante más de 3 milenios. Habitaban varias ciudades-estados, que guerreaban entre sí continuamente por las fuentes de agua. Una de esas ciudades – y una de las más poderosas – era Ur, tierra de origen de Abraham, desde donde partió hacia una vida nómade por orden de Dios. Aquel pueblo desarrolló actividades como la agricultura, el comercio, la matemática, el arte, la arquitectura, la astronomía e incluso la escritura, iniciada de forma cuneiforme (símbolos grabados en arcilla por objetos puntiagudos). Es muy curioso saber que uno de los primeros promotores del Dios Todopoderoso fue separado de un gran pueblo politeísta, escogido para mostrarles a todos al verdadero Señor. Y, por medio de Abraham, el Padre se ocupó de poblar toda la Tierra, con sus muchos descendientes.
La Creciente Fértil era una gran región que se extendía desde el Nilo hasta la Mesopotamia, pasando por la costa del Mediterráneo, codiciada constantemente por varios pueblos.
La Mesopotamia fue la cuna y el hogar de varias culturas importantísimas para las épocas del Antiguo y del Nuevo Testamento: sumerios, caldeos, asirios, babilónicos, persas y arameos – de quien vino el arameo, que se convirtió en la “lengua internacional” de la época neo testamentaria (perteneciente al Nuevo Testamento), hablada por Jesús. Desde Israel, el Mesías conmocionó a las naciones con los Preceptos Divinos, lo que provocó que los mayores líderes de la época dirigieran su atención hacia aquella pequeña tierra sobre las márgenes del Mediterráneo, una importante ligazón de países y continentes. Invasores e inmigrantes pasaron por Israel, difundiendo la creencia en Dios – como Pablo, que emprendió varios viajes por sus aguas, a través de las cuales la Palabra llegó a Europa, por ejemplo, y se extendió a las Colonias del Nuevo Mundo (Américas y Oceanía) a lo largo de los siglos.
Todos esos lugares y pueblos fueron muy importantes, pero no podemos olvidarnos de los Imperios Griego y Romano, que dominaron a varios de ellos. Líderes y súbditos de Roma y de Grecia tuvieron contacto con la Palabra y no salieron intactos, contribuyendo más que significativamente en su difusión por el mundo antiguo, alcanzando también otras eras.
Desde allí al mundo
Mirándolo de esa forma, Israel ya no parece tan pequeño como puede parecer en el mapa. Fue el punto estratégico desde donde partió el conocimiento sobre el Señor Soberano, para que todas las naciones del mundo Lo conozcan.
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