Su vida está llena de hábitos y usted ni siquiera lo nota. Ver una novela, ir siempre por el mismo camino, tomar un cafecito después del almuerzo. Algunas de nuestras prácticas diarias son inofensivas, otras, no tanto. Y cambiar da mucho trabajo.
Según la definición de psicología, hábito es el comportamiento repetido sistemáticamente – algunas veces inconscientemente – que la persona practica durante mucho tiempo. Son creados por el organismo como forma de economizar energía, ya que cuando el cuerpo está acostumbrado a realizar determinada tarea, emplea menos energía y la conserva para otros momentos.
Y el hecho de que el organismo este acostumbrado y satisfecho con un hábito hace que el cambio sea difícil. El cuerpo no quiere librarse de algo que ya sabe cómo hacer y sabe lo que necesita hacer. Es un sistema de defensa del organismo que dificulta el cambio.
Vea el ejemplo de los religiosos que Mateo describe en el 6º capítulo de su evangelio. Por tradición o manía, a ellos le gustaba mostrar todo aquello que hacían “en favor” de la sinagoga. Si daban limosna, lo hacían alardeando. Si oraban, buscaban lugares en los que fueran vistos por todos. Esos hábitos son malignos, no añaden nada a la fe y solo guardan las apariencias.
Son hábitos malos y, aun así, se practican. Principalmente porque es difícil entender que existe un error.
Cambio de hábito
El primer paso para librarse de una manía es entender que eso es incorrecto. Comerse las uñas, por ejemplo, puede parecer inofensivo, sin embargo, las uñas dan lugar a distintas heridas imperceptibles en la boca y los dientes abren heridas en los dedos. Todo eso facilita la entrada a enfermedades. Y cuando se tragan las uñas, pueden abrirse cortes en todo el sistema digestivo. Es un hábito para a cambiar. Reconocer eso, es el primer paso.
Partiendo de ese punto, es necesario obstinación y perseverancia.
Una persona que está acostumbrada a levantarse tarde y, de repente, se ve obligada a levantarse temprano, sufrirá al principio. El cuerpo le enviará señales de que está cansado y de que no aguanta la rutina. Mientras, que poco a poco, se vaya acostumbrando.
Adquiriendo buenos hábitos
Comenzar la práctica de buenos hábitos puede ser tan difícil como perder los malos hábitos, pero también es necesario.
Conocemos la historia de Moisés y de cómo fue guiado por Dios para librar a los esclavos de Egipto, pero pocos recuerdan el miedo que tenía. Moisés no tenía el hábito de hablar. Al contrario, tenía miedo. Él dijo: “nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.” Éxodo 4:10
Con mucha perseverancia y el apoyo de su hermano, Moisés, fue obteniendo confianza de apoco, característica que es necesaria para discurrir con fluidez. Incorporó para sí mismo el buen hábito y colaboró para que la voluntad de Dios se cumpliera.
Todos nosotros tenemos ese mismo poder. En cuanto nos damos cuenta de la raíz de nuestro problema y la combatimos con firmeza, somos capaces de cambiar nuestros hábitos y nuestra vida.