Un pasaje del capítulo 10 en el nuevo Evangelio de Lucas describe que el Señor Jesús entró a una aldea y que fue recibido en la casa de Marta.
La historia relata que, a su hermana, María, le interesaba saber lo que su Señor tenía para decir y se sentó a Sus pies para escucharlo. Mientras tanto, Marta se distraía con los quehaceres de la casa –creemos que estaba preocupada por dejar la casa limpia y por ofrecerle un buen banquete al Señor.
En la ocasión, Marta Le pidió a Jesús que enviara a su hermana a ayudarla. Sin embargo, Él le respondió: “… Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10:41-42).
A través de este ejemplo, podemos observar algo común en la vida de las mujeres. Su naturaleza es preocuparse por las diferentes actividades en un corto periodo de tiempo: saber cómo están los familiares, arreglar la casa, estudiar, trabajar, cuidar la salud, entre otras cosas.
Muchas también están preocupadas por sus quehaceres en la Obra de Dios y piensan que de esa manera agradan a Dios, pero se olvidan de que hay algo que es mucho más importante: la comunión con Dios.
El hecho de estar siempre ansiosa y preocupada es uno de los motivos por los cuales muchas no reciben el Espíritu Santo o están con la fe debilitada.
Debido al ajetreo del día a día, muchas mujeres han estado como Marta. Por supuesto que es necesario resolver las obligaciones cotidianas, pero no es prudente permitir que estas le impidan obtener la buena parte mencionada por Jesús en la Biblia: escuchar las enseñanzas de Dios. Al fin y al cabo, si sus oídos no están inclinados para escucharlo, no logrará mantener una intimidad con Él.
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