Gustavo recuerda su vida pasada como un caos constante. La bebida y las drogas eran parte de su día a día. “Tomaba vino, vodka, fernet. También llegué a drogarme, consumí marihuana y cigarrillos”, señala.
“Hacía eso porque me sentía depresivo, solo, triste, vacío y feo”, explica el joven que, además, intentó buscar una solución fugaz en los boliches. “Salía de fiesta porque pensaba que se me iba a pasar, pero luego volvía a ser todo igual”, asegura.
Esa situación generó un clima de tensión con sus familiares. “Me iba de mi casa por varios días y mis padres me llamaban la atención por eso. Nunca los veía, prácticamente vivía en la calle, con mis supuestos amigos”, señala.
Frente a esa situación, su hermano siempre le invitaba a ir a la Iglesia Universal, pero Gustavo lo rechazaba.
Sin embargo, un día aceptó: “De un momento a otro, empecé a tener pensamientos de suicidio. Entonces, decidí ir a probar”.
“Comencé a ir a la iglesia, pero los fines de semana seguía yendo de fiesta a los boliches. No me entregaba por completo a Dios”, admite y agrega: “Por eso, continuaba sintiéndome mal”.
Hasta que un día tomó una decisión radical. “Dije: ‘Algo tiene que cambiar’, decidí entregarme a Dios de verdad y me bauticé. Asumí el compromiso, mi vida cambió y recibí el Espíritu Santo. Hoy soy un hombre diferente, feliz y lleno de paz. Tengo seguridad en mí mismo y ya no me siento feo. Encontré la felicidad que antes no tenía”, concluye.
Él asiste a la Iglesia Universal ubicada en La Rioja 2054, Parque Patricios, CABA.
Para ponerles fin a los vicios, iniciá el tratamiento gratuito, el domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070 – Almagro.
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