Primer domingo del año en el Templo de los Milagros, donde juntos aprendimos que la Verdadera Felicidad solo se encuentra al vivir plenamente en la presencia de Dios.
A través de la unión, tendremos victorias. Ni siquiera Satanás y sus demonios trabajan desunidos. Para combatirlos, debemos enfrentarlos de igual manera.
“Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie”. Mateo 12:25
Si estamos en la desunión, significa que nos estamos dejando llevar por una voz que no es la de Dios. La unión tiene que ser permanente, independientemente de festividades, fechas o situaciones favorables.
“Por tanto el Señor me ha recompensado conforme a mi justicia, conforme a la pureza de mis manos delante de Sus ojos. Con el benigno te muestras benigno, con el íntegro te muestras íntegro. Con el puro eres puro, y con el perverso eres sagaz. Porque Tú salvas al pueblo afligido, pero humillas los ojos altivos. Tú enciendes mi lámpara, oh Señor; mi Dios que alumbra mis tinieblas”. Salmos 18:24-28
Si tenemos la lámpara encendida, estaremos alumbrados por la luz de Dios y seremos guiados por Él para que nada nos falte.
Para Dios, todos los valores son iguales, ya sea un peso o un millón. Diezmo para Él no es dinero, sino una muestra de fidelidad, confianza y lealtad.
En todas las sociedades, las personas asocian la felicidad con el bienestar físico, los lujos, etc. Dios no tiene nada contra eso, pero la verdadera felicidad no está en ninguna de esas cosas.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el Reino de los Cielos”. Mateo 5:3
Si elegimos ser pobres y humildes en nuestro espíritu, podremos reconocer nuestras fallas para no residir en ellas. Las personas que critican a los demás, demuestran que no son verdaderamente felices.
Lo que produce felicidad de verdad, nunca podrá ser comprado con dinero. Dios promete que podremos poseer, pero no debemos permitir que esas riquezas se conviertan en nuestro poseedor.
“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que fuisteis entregados; y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia”. Romanos 6:17-18
Antes éramos esclavos porque obedecíamos a la soberbia: estábamos pérdidos. Hasta que un día llegó Él, nos liberó y nos dio Salvación.
No tenemos que insistir en el error ni en nuestro impulso carnal, porque sino nos quedaremos atrapados ahí y Él no podrá hacer nada.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla”. 1 Corintios 10:13
Las tentaciones vienen para probarnos y que podamos ser aprobados. Siempre tenemos que demostrarle a los demonios que somos siervos de Dios.
El día que vayamos al Cielo, los querubines y los arcángeles van a festejar que haya uno menos en la Tierra y uno más en Su Reino.