¿Quién no ha sido testigo de un accidente en la vía pública? Un choque vehicular o una caída son situaciones cotidianas, que pueden dejar personas heridas que necesitan ayuda inmediata.
Los primeros auxilios son básicamente eso, una intervención rápida para evitar que el daño aumente mientras llegan los profesionales de la salud del servicio de emergencias. Quien realiza los primeros auxilios facilita la intervención de los especialistas, no los reemplaza.
En primer lugar, debe evaluar la seguridad de la escena. Si hay riesgo de un derrumbe, electrocución, incendio o ahogamiento, piense bien antes de intervenir. No sea cosa que por ayudar a una persona, terminen siendo dos los damnificados, complicando las tareas de los especialistas o socorristas que se acerquen más tarde.
También es importante evitar el contacto directo con cualquier fluido, ya sea sangre, vómitos o secreciones bronquiales. Use una bolsa de polietileno para evitarlos.
Si la víctima presenta fracturas, trate de que no se mueva; si sufrió un fuerte golpe en la cabeza, evite que se duerma y háblele constantemente, buscando una respuesta de su parte; si tiene una herida sangrante, trate de ejercer presión sobre la zona superior a la herida, buscando cortar la circulación y disminuir la hemorragia.
Todo puede cambiar en segundos
Valeria Correa enfrentó un momento muy difícil como mamá, su hija sufrió un accidente y debió ser hospitalizada de inmediato. Una moto había embestido a la pequeña produciéndole una hemorragia masiva, esto la conmocionó profundamente.
“Ya venía sufriendo porque me encontraba en un pozo depresivo que solo me llevaba a pensar en la muerte. Sentía un vacío tan grande que no me valoraba como mujer y tampoco cuidaba a mi hija como debía. Así iba dejándola de lado, en lugar de procuparme por ella me distraía con vicios, amigos y salidas. Sin embargo, el accidente que sufrió me hizo buscar la ayuda de Dios de inmediato”.
En esa situación se acercó a la Universal, estaba desesperada pero confió en el poder de Dios y su hija sanó. De ahí en más comenzó un proceso de cambios en su vida. Luchó y perseveró en oración, haciendo las cadenas y participando en la Hoguera Santa hasta que venció a la depresión y a los vicios. Dios llenó ese vacío que sentía en su interior y obró en su relación con su hija. “Hoy somos muy felices, conocer al Señor Jesús fue lo mejor que me pasó en la vida”, afirma sonriendo mientras abraza a su hija.
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