Cuántos cristianos usted conoce que viven con la Biblia en las manos, cansados de conocerla de corrido y salteado, conocen los versículos y dicen: “El Señor es mi pastor y nada me faltará”, pero ha faltado todo en sus vidas. O “Jesús vino para que tengamos vida en abundancia”, pero la vida de esas personas es una miseria, no tienen nada de abundancia en sus vidas. ¿Es verdad o no? Diga la verdad, vamos a ser honestos, francos y sinceros. ¿Cuántas personas están con la Biblia debajo del brazo, que creen en ella de todo corazón, pero su vida es una miseria, una desgracia, un fracaso? ¿Por qué? Porque ellas no han sacrificado, o no han aprendido a sacrificar. Pues cuando se sacrifica se conquista.
La Iglesia Universal del Reino de Dios está formada por un pueblo que está acostumbrado a sacrificar. Sacrifica sus ofrendas en el altar, sacrifica su vida, su corazón y es por eso que suceden cosas grandes y magníficas en medio de nosotros. Por ese motivo la Iglesia Universal del Reino de Dios está extendiéndose por todo el mundo, a causa del sacrificio. El pastor y el obispo están sacrificando, dejan su tierra, su familia, van solamente con su esposa y sus hijos a lugares lejanos, áridos, lugares que a veces no tienen ni escuela, lugares con preconceptos raciales, donde hay problemas sociales serios, ellos van al frente de batalla, van a la lucha, porque su sacrificio es el precio de lo que la gente quiere alcanzar. El sacrificio es el precio de la bendición de Dios. No tenga dudas.
Los que enseñan que no es necesario sacrificar, lo hacen porque son fracasados. La persona que tiene una fe sobrenatural está siempre dispuesta a sacrificar. Si Jesús fue obligado a sacrificarse por nosotros, dejó un ejemplo de vida, los apóstoles sacrificaron, todos se sacrificaron, la Iglesia Primitiva se sacrificó, el mismo Esteban se sacrificó cuando fue apedreado por su fe.
Es claro, pero usted dice: “¿Para qué yo alcance algo de Dios necesito sacrificar?” No. Para que usted alcance las cosas normales, no necesita sacrificar. Para conquistar a través de su fe natural, no se necesita sacrificar. Pero si usted quiere conquistar cosas grandes, yo estoy hablando a quienes tienen visión de cosas grandes, usted tiene que estar preparado para sacrificar, tiene que estar dispuesto a hacerlo.
Por supuesto que no todos están dispuestos a eso, no todos tienen ese espíritu de sacrificio, porque hay egoísmo y una serie de problemas que la persona tiene dentro de sí misma, dentro de sus corazones, piensan solamente en sí mismas. Son personas que, la mayoría de las veces, no tienen esa convicción, esa certeza de tomar posesión de la bendición que Dios ha prometido. El apóstol Pablo dijo a Timoteo: “Pelea la buena batalla de la fe…” (1 Timoteo 6:22), esto quiere decir que hay un sacrificio, una lucha, ¿no es verdad? Cuando usted pelea la buena batalla de la fe, toma posesión de la vida eterna. Las cosas de Dios no vienen para nosotros así como la lluvia.
Recuerde lo que sucedió cuando el pueblo de Israel llegó a las puertas de la Tierra Prometida. Dios llamó a Josué y dijo: “...levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.”, (Josué 1:2). Sin embargo, ¿la tierra estaba preparada para recibirlos? No. Estaba llena de enemigos, llena de intrusos. Entonces Josué tuvo que entrar en la tierra, luchar con esos moradores intrusos y expulsarlos. Josué y todo su pueblo tuvieron que expulsar a esos intrusos de la tierra de Israel, de la Tierra Prometida, para poder tomar posesión de ella.
Así son también las bendiciones de Dios. Para que tomemos posesión de ellas, tenemos que luchar, sacrificar. Nuestro sacrificio hace que tomemos posesión de lo que queremos.
¡Si usted no está de acuerdo conmigo, está todo bien, paciencia! Pero es así que nosotros hemos aprendido, practicado y ejercitado.
La Iglesia Universal del Reino de Dios nació de un sacrificio. Recuerdo que sacrifiqué mi vida, porque era tesorero del Estado, hoy estaría jubilado, viviendo de mi jubilación con un salario razonable, porque era tesorero. Pero dejé 16 años atrás y fui en búsqueda de lo que Dios había colocado en mi corazón. Yo determiné, simplemente renuncié a mi propia voluntad.
Muchos amigos, conocidos y parientes decían: “Se volvió loco. Va a dejar lo seguro por lo incierto.” Yo respondí: “No, no voy a dejar lo seguro por lo incierto, yo voy a dejar lo incierto por lo seguro.” Dejé lo incierto, era empleado del Estado, para entrar en lo seguro, que es la Tierra Prometida. Dios me bendijo, y me ha bendecido, pero tuve que pagar el precio, tuve que renunciar a eso.
Abraham tuvo que sacrificar y todos los hombres de Dios sacrificaron. Todos los hombres de Dios han sacrificado. Solamente los hombres de Dios que se sacrificaron fueron bendecidos. ¡Los que no se sacrifican no tienen nada! Los que no fueron bendecidos son los que no tuvieron coraje, determinación y disposición para sacrificar.