Graciela vivía un infierno, tenía celos enfermizos y eso afectaba cada vez más a su matrimonio. “A raíz de todo esto se produjo una infidelidad, yo no tenía paz, ese fue el peor momento de mi vida. Recuerdo que quería suicidarme, eso afectaba a mi familia directamente, mis hijos veían las peleas que teníamos, presenciaban las agresiones verbales y por eso sufrían. Yo lo agredía a mi esposo, reconozco que en esos momentos no lo soportaba”, cuenta.
Ella conoció la Universal y comenzó a participar de las reuniones de los días domingo para luchar por su familia, si bien no fue fácil, tuvo que perseverar y a medida que fue llenándose de la presencia de Dios fue cambiando todo su interior, lo que provocó una transformación total en lo exterior.
“Encontré la respuesta para mi vida, Dios cambió todo, hoy estamos felices, somos una pareja muy bendecida. Renació el amor, mi carácter cambió, tengo paz, alegría y ganas de vivir. Pude perdonar a mi esposo por lo que sucedió en el pasado y puedo decir que lo amo, lo valoro y lo respeto”, finaliza Graciela junto a su familia.
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