“Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego Le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”
(Marcos 10:49-52)
Un mendigo ciego estaba sentado al borde del camino cuando Jesús pasó. Apenas supo que era Jesús, comenzó a llamarlo, en voz alta, para ser oído. Después de un tiempo, Jesús Se detuvo y mandó a que Sus discípulos lo trajeran. Al ver al ciego delante de Él, el Señor le preguntó qué era lo que quería. Ahora, el muchacho era ciego. ¿Jesús ya no sabía lo que él quería?
Dios mueve todo el poder que Él tiene a su favor. Coloca a su disposición Su poder para que usted viva una vida nueva. Pero, obviamente, para alcanzar esa nueva vida, usted tiene que hacer su parte. Tiene que dar un paso de fe. No puede quedarse sentado esperando que la bendición de Dios caiga sobre usted como la lluvia. No es así como funciona. El ciego estaba sentado, pero apenas el Señor lo llamó, él se levantó de un salto y fue hasta Jesús. Si hubiera permanecido esperando sentado, nada hubiera sucedido. El Señor Jesús está llamando a todos los que creen. Él sabe lo que necesitamos. Sin embargo, quiere oír nuestra oración. ¿Por qué quiere oír nuestra oración si ya sabe lo que vamos a pedir? Porque quiere ver la manifestación de nuestra fe. Usted hace su parte, Dios va a hacer la de Él. Es así como funciona.
Dígale al Señor lo que usted quiere que Él haga, Él quiere la expresión de su fe.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo