Mientras el mundo ofrece una felicidad limitada, la sinceridad y la valentía de deshacerse de lo que no es bueno puede ser lo que falta para conquistar y mantener lo que es más valioso
Siempre hacemos sacrificios por lo que consideramos valioso. Hay quienes sacrifican tiempo con la familia por un diploma, momentos de placer para poder comprar una casa o cualquier otra cosa en nombre de lo que juzgan capaz de proporcionarles felicidad y estabilidad. Pero ¿qué sacrificio harías en pro de un tesoro de valor incalculable?
El Señor Jesús contó una parábola sobre la disposición de un hombre para obtener tal tesoro. En Mateo 13:44, leemos lo siguiente:
“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo”. Mateo 13:44
En la Biblia Sagrada, con las anotaciones de fe del obispo Edir Macedo, el obispo cuestiona cuál habrá sido el valor que el hombre pagó por aquel campo y cuál sería el costo para entrar al Reino de los Cielos. “Para tener una idea del costo del ‘ingreso’ al Reino de Dios, primero tenemos que evaluar el sacrificio hecho por el Señor para darnos el derecho de entrar a Su Reino. La Biblia dice que fuimos comprados a buen precio (1 Corintios 6:20 y 7:23). ¿Cuál fue ese buen precio? El buen precio pagado por el Señor Jesús fue Su propia vida, es decir, la vida del Hijo de Dios por la vida de los pecadores, malos, perversos, injustos e ingratos. Podríamos decir que el Señor Jesús entregó Su propia alma por la nuestra. Para salvarnos, Él tuvo que pagar un precio alto”.
Conquistar y mantener
Esta parábola ejemplifica que debemos desprendernos de las cosas mundanas, materiales y pasajeras para alcanzar la verdadera felicidad, y para vivir la eternidad en el Reino de los Cielos, lo cual es posible gracias al perfecto sacrificio del Señor Jesús en la cruz.
En su blog, la columnista Viviane Freitas contó cómo conquistó ese gran tesoro al cambiar de actitud. Tiempo después de haber recibido el bautismo con el Espíritu Santo, terminó mirando más hacia sí misma y se distanció de Dios, lo que la llevó a “enfermarse” espiritualmente. A pesar de esto, Dios le mostró su verdadera condición y que debía exponerles a sus seres queridos cómo estaba. “Cuando fui a hablar y a asumir mi situación, lo hice para alcanzar el tesoro escondido. Yo miraba hacia lo que Dios me había revelado que debía hacer. No prioricé personas, no me preocupé por lo que iban a pensar y no me dejé llevar por el miedo de lo que tendría que encarar, al contrario, prioricé lo que iba a alcanzar. Eso es ser sincero y verdadero. Yo me deshice de lo que era vergonzoso para mí. Aquella verdad me hizo tener fuerzas en contra del pecado, del diablo y de todo lo que me esclavizaba”, afirmó.
En otras palabras, no sirve solo encontrar el tesoro y esconderlo, es necesario ser valientes para deshacerse de todo, principalmente de las debilidades y de las máscaras, para tener y mantener ese tesoro de valor incalculable dentro de nosotros, el Espíritu Santo.
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