En la época de la Biblia, la importancia de una ciudad podía verse de lejos, el tamaño de sus murallas lo mostraban. Cuanto más grandes eran los muros de protección, más desarrollada era la comunidad interior, de ahí parte la necesidad de una muralla de defensa.
En la época canaanita, las murallas estaban hechas con piedra. La más famosa de esos tiempos era la de Jericó, como vemos en el Antiguo Testamento. En verdad, era una protección doble, como una gran muralla dentro de otra, con un espacio de 5 metros entre ellas. La de afuera tenía 2 metros de ancho y, la interna, 4 metros, con torres de vigía de 10 metros de alto, el mismo alto que el de la muralla. Incluso también habían casas sobre los muros – muchos están seguros que la casa de la prostituta Rahab, quien ayudó a los espías hebreos, fue una de esas construcciones.
Fue la primer gran fortificación con la que se encontraron los hebreos para la ocupación de la Tierra Prometida, después de la liberación del cautiverio egipcio – no solo llegaron hasta ese territorio cruzando el Jordán, además, tuvieron que conquistarlo.
El escenario es muy conocido: hebreos cansados, 4 décadas atravesando el desierto, en una increíble desventaja respecto a una ciudad muy desarrollada, armada y protegida. ¿Cómo conquistar aquella gigantesca fortaleza?, intimidante inclusive para los modelos actuales…
Un pueblo debilitado y cansado entendió, por medio de su líder Josué, que no debía contar con su fuerza. En lugar de espadas y escudos; trompetas, gritos y oraciones. Después de rodearla 7 días, los muros simplemente se desmoronarían. No sería por la acción física del hombre, ni por artefactos mecánicos, sino por la acción de Dios. La ciencia lo ha comprobado. En excavaciones realizadas a principios del siglo 20, el arqueólogo inglés John Garstang (1876-1956), director del Departamento de Antigüedades de Palestina y director de la Escuela Británica de Arqueología de Jerusalén en la época del Mandato Británico, concluyó que el muro externo cayó desde adentro hacia afuera y, como estaba en un terreno un poco más bajo que el muro interno, lo arrastró en la caída, al igual que muchas casas situadas en su cima.
La antes majestuosa defensa cayó. Lo que daba miedo y desanimaba, no era más que escombros. El paso estaba abierto. Jericó era del pueblo de Dios.
Todos tienen, en algunos momentos de la vida, murallas que enfrentar. Y en todos los campos: aquel empleo que parece imposible; la felicidad en el amor que parece que solo le sucede a los demás o que se la ve como “algo de novela”; deudas; enfermedades; dificultades de las más variadas formas.
Pero lo que hace la diferencia es cómo ve usted esas murallas. ¿Son un indicio de que debe desistir? ¿O usted, al igual que el pueblo hebreo, no las ve como obstáculos, sino como desafíos? Así fue que los hombres de Josué vieron el problema, y la dificultad se convirtió en victoria.
Hoguera Santa de Jericó
Así como Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y les dio la Tierra Prometida, también quiere dársela a usted. Pero, para que eso suceda, no es suficiente solo creer en la profecía. Es necesario actuar, luchar, poner toda su fuerza.
Si Moisés no hubiera extendido el cayado, el Mar Rojo no se iba a abrir simplemente a causa de la promesa. De la misma manera, si Josué no hubiera obedecido la Palabra de Dios – que es la Profecía – y no hubiera rodeado la ciudad durante 7 días, no hubiera dado las 13 vueltas ni seguido todas las instrucciones de Señor, las murallas no se habrían desmoronado y el pueblo no habría tomado posesión de la ciudad de Jericó, aun habiendo recibido la Profecía Divina.
Eso quiere decir que, entre creer en la Profecía y su cumplimiento en nuestra vida, existe un camino por recorrer. El cayado extendido por Moisés representa la fe, que debe ser usada para que la Profecía se cumpla. Obediencia y fe son las herramientas que nos llevarán a tomar posesión de nuestra Tierra Prometida.
¿Dónde está la muralla que usted necesita derribar? ¿En la vida económica, familiar, sentimental, en la salud, o en una causa que, a sus ojos, es imposible resolver?
No se acomode a su problema. Participe de esta campaña de fe y, el 15 de diciembre, haga que esas murallas se desmoronen.
Tenga una actitud de coraje ¡y tome posesión de su Tierra Prometida!
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