“Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.”
(2º Samuel 12:21-23)
Las costumbres religiosas acordaron que el día de hoy sería el día de los muertos, llevando a muchos a revivir el luto y a emocionarse por los que no están más aquí. Sin embargo, esto no tiene una base bíblica. Cuando recibió la noticia de la muerte de su hijo, David dejó de llorar, adoró a Dios y finalizó su ayuno. Sabiendo que de nada serviría disfrutar el sufrimiento, fue a consolar a su esposa. Esto es la fe inteligente.
Lo que podemos hacer por nuestros seres queridos, lo debemos hacer mientras estén vivos. No podemos hacer nada ni por los que están en el cielo, ni por los que están en el infierno, pero tenemos la oportunidad preciosa de hacer lo mejor por los que aún están en este mundo.
Guarde su corazón. No gaste energía lamentando lo que pasó. Aproveche para hacer su mejor por los que están en las tinieblas; para traer salvación a los que se encuentran perdidos; para cuidar su propia salvación; para traer vida a los que aún están vivos físicamente, pero muertos espiritualmente. Los que permanecen vivos para este mundo, pero están muertos para Dios.
“Y dijo a otro: Sígueme. Él Le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el Reino de Dios.” (Lucas 9:59-60)
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Hoy usted tiene la oportunidad preciosa de hacer lo mejor por los que aún están a su lado.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo