Si considerásemos a Dios como un hombre común, podríamos imaginar esa medida buena como una cantidad limitada. Pero tratándose del Todopoderoso, omnisciente y omnipresente como Él es, es imposible medir los límites de la buena medida; principalmente si tenemos en cuenta que Dios no hace nada insignificante y mucho menos exagera cuando promete alguna cosa.
Al realizar cualquier obra, por menor que sea, es cierto que Él siempre la hará de acuerdo con el carácter de Su grandeza. ¡Quien manifiesta fe en Sus promesas tiene derecho; pasa a merecer y a ver Sus grandezas!
¿Qué significa medida buena, remecida?
Buena medida remecida significa medida substancial; apretada, pero no lo suficiente.
Imagine una cesta llena de granos, en la que necesitamos poner una cantidad mayor que su capacidad.
Queremos recalcar los granos, o sea apretarlos bien con el propósito de hacer espacio para que entren más granos en la cesta. El objetivo del Señor es abrir la visión de grandeza de Sus seguidores, librarlos de sus límites mezquinos y miserables y hacerlos “pensar a lo grande” y de forma ilimitada como Él lo hace.
Fue así que Dios tuvo que hacer con Abraham cuando él reclamó un hijo. Dios lo llevó afuera de su tienda y lo mandó a mirar a los cielos y contar las estrellas, si podía. Porque así sería su descendencia. Abraham así entendió aquella visión y creyó.
Hay muchos creyentes que, a pesar de ver las “estrellas” prometidas en la Biblia, continúan contando las estrellas del cielo, como si eso fuese a resolver sus problemas.
Si los verdaderos cristianos quisieran ver las grandezas de Dios, tendrán primero que librarse de los preconceptos doctrinarios de sus respectivas denominaciones y entregarse en una sociedad incondicional como el Espíritu Santo. Dios es grande y Sus hijos no pueden tener una visión pequeña de las cosas.
Texto extraído del libro “La voz de la Fe” del obispo Edir Macedo