La primera acción del Espíritu Santo es revelada en el libro de Génesis.
Al principio de todo, había un caos generalizado en la Tierra, pero el Espíritu Santo Se movía sobre las aguas.
“Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios Se movía sobre la superficie de las aguas.” Génesis 1:2
El hecho de que el Espíritu Santo estuviera allí indicaba el cambio drástico que habría: del desorden y de la destrucción, al orden y a la construcción de una nueva obra.
Podemos decir, entonces, que el Espíritu Santo es el Creador y el aliento de vida de esta creación. Eso significa, en la práctica, que Él sigue moviéndose sobre la humanidad hoy, aunque esta esté en un caos moral y espiritual debido a la acción de satanás.
Hoy la Tierra está llena, pero desordenada. Hay un caos en el ser humano, no hay palabra, ni principios, ni respeto, pero el Espíritu Santo Se mueve para ordenar lo desordenado. Muchos llegaron a la iglesia desordenados y vacíos, al borde del abismo, y el Espíritu Santo los ordenó y los llenó con Su santa presencia.
Así como hubo una creación perfecta en el principio, pues la Luz resplandeció y todo se volvió bello, fértil y útil. Actualmente, Dios está listo para hacer una nueva creación en las personas que no son fértiles y cuyas vidas son un caos. No en el planeta, sino en todo aquel que se rinde a Él. Es lo que podemos llamar “génesis del alma”, el rescate del principio original, que hace que el ser humano se vuelva la imagen y semejanza del Señor Dios.
Cuando la persona dice: “…mi vida es un caos, pero permito que Tú hagas lo que tengas que hacer, quiero ser diferente…”, puede estar seguro de que Él arreglará su vida y hará que en la vida de ella “haya luz”.
Pero el corazón humano, por naturaleza, es duro como una piedra. Por eso, no hay consejos o actitudes de terceros que puedan modificar su condición. Es más, ni siquiera la propia persona puede cambiar su corazón. No vale la pena insistir, es necesario entregarlo en las manos del Espíritu Santo, porque solo Él puede transformar y limpiar el corazón.
En su estado contaminado, el corazón de piedra no logra experimentar el amor de Dios, entender Su justicia o admirar Su bondad. Este corazón corrupto tiene apetitos y pasiones tan impropios que no hay una solución posible, a no ser por medio del trasplante que Él puede hacer, dándonos un corazón nuevo, en este caso, espiritual: “… os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”, Ezequiel 36:26. Por eso, en todas las generaciones, vemos a millones de personas en el mismo estado en el que la Tierra estaba al principio: “sin orden y vacía”. Muchas personas tienen fama y dinero, pero el dinero no compra un hogar, solo una casa, por eso, lo importante es la presencia de Dios. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre alguien, es como si el propio Dios decretase, dentro de esa alma, el “sea la luz”, de la misma forma como lo hizo en el pasado.
Ahí sí hay una transformación en el carácter. Además, la vida empieza a tener sentido. Hay paz, purificación en los deseos y objetivos, y una nueva forma de ver la vida, de pensar y de tratar a las personas que están alrededor.
De esta manera, el Espíritu Santo es quien le pone fin al caos y quien tiene el poder de transformarnos en habitaciones celestiales del Todopoderoso.
También es el donador de la vida. Por eso, ofrezcámosle al Espíritu Santo todo el reconocimiento y la alabanza, porque sin Él no tendríamos vida en nosotros mismos.
Piense en eso.
Participe del Santo Culto, a las 9:30 h, en la Universal más cerca de su domicilio.