El ser humano puede tener muchos conocimientos, pero sabio a los ojos de Dios es aquel que escucha Su Palabra, la entiende, la acepta para sí y la practica. No basta con saber, tiene que aceptar, practicar, y darles a otros la oportunidad que le fue dada. Esta es la trinidad de quien es sabio para Dios.
La persona que es sabia conoce lo que está escrito, lo acepta para sí y lo practica. Y la tercera característica del sabio es usar su testimonio de carácter, porque quien acepta y practica la Palabra de Dios es diferente, es distinto a los demás en su manera de pensar, en su manera de hablar, hasta en su manera de vestirse y de alimentarse, de comportarse. Y esta persona, como sabia, ahora influencia a su pareja, a sus hijos. Los hijos influencian a los padres, los padres influencian a los hijos, un hermano influencia al otro hermano, el patrón influencia al empleado, el empleado influencia al patrón. Siendo alguien sabio, acaba influenciando, con su carácter, con su manera de ser, con sus reacciones.
Porque, cuando todo va bien, quien no es sabio “está bien”; cuando todo va mal, incluso conociendo las Escrituras o participando en las reuniones de la Iglesia, su semblante decae. Son personas tristes, la persona se desanima, empieza a murmurar, a lamentarse “¿dónde está Dios?”, “¿por qué esto, por qué esto otro?”, “el pastor no me ayuda”, “el obrero no me considera”, “el obispo no me atendió”, y bla, bla, bla… incluso le parece que el obrero, el pastor, el obispo o la iglesia van a transformar la vida de alguien si ni la propia persona permitió que el Espíritu Santo, que es el Único que puede trasformar, la transformara. Pero, para hacer esa transformación, Él necesita que uno, además de entender, acepte, practique y transmita esto a los demás.
Use su tiempo para influenciar, el sabio para Dios usa su tiempo y su oportunidad, su posición en la sociedad, su rol, sea como pareja, como hijo, como padre, como ciudadano, como empleado, como patrón, para darles a otros la oportunidad de conocer al Todopoderoso. Estos son los sabios a los ojos de Dios.
Incluso está escrito así en el Salmo 91, versículos 9 y 10:
“Porque has puesto al Señor, que es mi Refugio, al Altísimo, por tu Habitación…”
“Porque has puesto al Señor”, es una elección de la persona poner al Señor como su Señor, “yo soy siervo y ÉL ES EL SEÑOR”, eso es ser sabio.
Es imprudencia, es necedad que alguien quiera ser señor. Nosotros los seres humanos no fuimos llamados ni creados para ser señores. Cuando el ser humano quiere ser señor de sí mismo, señor incluso sobre Dios, eso no es sabio, porque Dios es el Todopoderoso, Él es el Altísimo, y si usted acepta hacer de Él su Señor, como siervo, aceptando, practicando y transmitiendo con su carácter, con su vida, con su fe, si Él es su Señor, entonces dice “que es mi Refugio”, Él se vuelve su Refugio.
“… al Altísimo, por tu Habitación…”
Usted no va a estar desamparado, no va a estar en situación de calle espiritualmente hablando. Yo conocí a personas en diferentes lugares de Europa, millonarias, con mansiones, incluso dueños de un banco, pero, por no tener al Señor como su Habitación, no se sentían seguras y, peor, se sentían solitarias. Aunque estuvieran en fiestas con muchas personas famosas, aunque se cubrieran con joyas carísimas, nada de esto puede ocupar el lugar que solo el Altísimo puede llenar y que está en el interior de cada uno, y no es mansión, no es fiesta, no es dinero, no es amistad, no es fama, ¿entiende lo que digo? Es cuando uno hace del Señor su Habitación.
Nosotros vamos a tener el “Ayuno de Daniel”, son tres semanas de desintoxicación audiovisual, será su turno, porque si usted aún no es bautizado con el Espíritu Santo es porque no ha sido sabio. Porque todo sabio es llenado por el Espíritu Santo, porque Dios quiere hacer de él Su habitación.
¡Usted hace de Él su Habitación y Él hace de usted la habitación de Él!
Ese es el intercambio, ese es el plan de Dios desde el inicio.
Vamos a empezar este ayuno el 19 de noviembre hasta el 10 de diciembre. Tres semanas para que usted sea lleno del Espíritu Santo y, como dice ahí:
“No te sucederá ningún mal…”
póngalo en primera persona y diga: “No me sucederá ningún mal ni plaga se acercará a mi morada”.
Le voy a enseñar algo, no se lo diga a nadie, ¡es un secreto!, antes de que el mal esté en un lugar, primero necesita habitar en las personas que componen aquel lugar. Antes de habitar en un espacio físico, el mal necesita estar dentro de las personas que ocupan aquel espacio.
Entonces, si yo estoy ocupado por Dios, por el Espíritu Santo, ningún mal me sucederá ni plaga se acercará a mi morada. No va a poder tocarme a mí ni al lugar en donde yo esté, sea en casa, en el auto, en el trabajo, en el subte, ¡sea donde sea!
Obispo Júlio Freitas
¡Nos vemos en la IURD o en las Nubes!
#IglesiaUniversal
#TemploDeLosMilagros
#DeAquíEnAdelanteTodoSeráDiferente