“¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de Mí para hollar Mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso Me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.”
(Isaías 1:12-13)
En el texto bíblico de hoy, Dios demuestra tener asco de cosas que Él mismo instituyó para que Su pueblo hiciera. ¿Por qué? La primera y la última frase dan la respuesta a esta cuestión.
“¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de Mí para hollar Mis atrios?” En otras palabras, ¿quién les mandó a ustedes a simplemente venir a la iglesia? ¿Quién les dijo que eso era suficiente para que Yo los aceptara? “No lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.” Dios odia la hipocresía. Por fuera, las fiestas solemnes, todos con apariencia de santidad; por dentro, toda clase de malicia, maldad y pecados de los cuales la persona no quiere liberarse.
No sirve de nada la frecuencia en la iglesia, no sirve de nada dar diezmos, no sirve de nada orar y leer la Biblia si no se practica aquello que el Señor mandó que hiciéramos. “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de Mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.” (Isaías 1:16-17)
Mucho más que hacer caridad, es manifestar el carácter de Dios. Atender a la justicia también es perdonar, librarse de los rencores, hacer lo que es correcto. Aprender a hacer el bien, hacer por los demás lo que le gustaría que hicieran por usted. Ser sincero, íntegro, de buen carácter, irreprensible, fiel y justo. Sin el carácter de Cristo y la manifestación de la fe, nada de lo que se podría hacer para Dios tiene sentido.
Empéñese en manifestar el carácter de Cristo en donde esté.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo