La historia de Israel sirve como lección de vida.
Los israelitas eran esclavos de los egipcios. A cambio de pan, agua y azote trabajaban sin cesar. Como animales de carga, trabajaban desde la salida hasta la puesta del sol.
Bajo el liderazgo de Moisés, fueron libres físicamente, pero, desde el punto de vista emocional y espiritual, se mantenían esclavos.
Esclavos de la corrupción moral y espiritual.
Es lo que ha sucedido en el mundo.
Algunos incluso conquistan el oro y el moro, otros, son conquistados…
Pero, en general, todos continúan siendo esclavos.
Vicios, pasiones infames, traumas, depresiones, complejos, dudas, deudas, miedos y timidez son algunos de sus verdugos.
La historia se repite y la obstinación humana ha cegado su entendimiento.
La Ley y los Mandamientos cambiaron la cabeza de los antiguos esclavos, eso hizo que cambiaran sus actitudes.
Consecuentemente, dejaron de ser una multitud peregrina para convertirse en una nación, la Nación de Israel.
Lo mismo sucede con relación a los esclavizados por el pecado.
Se tornan libres, productivos e importantes, para sí mismos, para su familia y para la sociedad como un todo.
La Palabra de Dios es la Mente de Cristo. Cuando se la absorbe, los pensamientos cambian, la vida cambia…
Piense en esto:
“Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento…” Oseas 4:6
“Y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres.” Juan 8:32
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.” Apocalipsis 2:7