Hoy Rosana Parra puede afirmar que es una sobreviviente de una vida cargada de sufrimiento. A los 13 años era una niña triste y angustiada debido a la separación de sus padres. Apenas dos años después, para huir de esa situación, formó su propia familia, pero la historia se repitió: “Tuve hijos, pero quien era mi pareja empezó a maltratarme, me humillaba y me engañaba. Nos hacía pasar necesidades”, cuenta Rosana, quien no tuvo otra salida más que la separación.
Tras la ruptura quedó sola con sus hijos, fue madre y padre a la vez. Para combatir el nerviosismo empezó a fumar y llegó a necesitar cinco atados al día. “Bajé mucho de peso, estaba angustiada y no tenía motivación para vivir. Formé pareja nuevamente, pero otra vez terminé separada. Mis hijos estaban muy mal, yo era su único apoyo y por mi situación no podía ayudarlos”, recuerda esta mujer, que volvió a intentar ser feliz por tercera vez con quien hoy es su marido.
“Mi actual esposo tomaba y me maltrataba verbal y físicamente. Recuerdo que quedé embarazada y aún en ese estado él me pegaba, era terrible, tenía los moretones en la panza”, relata Rosana que, además, sufría con una gran cantidad de problemas de índole espiritual. “No podía dormir, me dolía constantemente la cabeza, veía sombras en casa, sentía que había alguien que caminaba detrás de mí y soñaba con personas muertas. Una noche soñé que mi hijo iba a tener un accidente y al poco tiempo le sucedió, eso me aterró. Para terminar con todo decidí matar a mis hijos, no recuerdo bien cómo fue, solo sé que reaccioné cuando mi madre me sujetaba y a los gritos me preguntaba qué estaba haciendo”, afirma Rosana, que reconoce que ese fue el momento más crítico de su vida.
Su madre la había invitado varias veces a la Universal, pero ella no quería ir, hasta que un día su esposo, entre lágrimas, le dijo que era la única salida que les quedaba. “Después de la primera reu-nión, mi marido llegó a casa y tiró todas las botellas de bebida y los cigarrillos. A partir de ese día no tomó más, pasó a cuidarme, a ocuparse de mí como nunca antes lo había hecho. Haciendo las cadenas de viernes logramos estar muy bien, todos los tormentos espirituales que tenía desaparecieron y en casa reina la paz y la felicidad”, concluye Rosana, dándole gracias a Dios por la nueva vida que obtuvo a través de la fe.
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