“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que Me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
(Juan 8:12)
Quiere decir: quien no Me sigue, andará en tinieblas. En las tinieblas, no se ve nada. En las tinieblas, hay miedo, inseguridad, ansiedad, vacilación. Así está el mundo. Ciegos guiando a otros ciegos. Clima de inestabilidad, de inseguridad, de caos.
Muchos quieren ser libres de esa oscuridad. Hacen cualquier cosa para liberarse de las tinieblas. Estos necesitan ser alcanzados por los que son de la luz, para que tengan la chance de tener la luz de la vida. Sin embargo, no todos los que andan en las tinieblas se interesan por la luz.
Aquellos que prefieren arrastrarse por las sombras jamás sentirán el deseo de estar en la luz. “La luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (Juan 3:19) Estos odian la luz y, porque odian la luz, odian a todos los que tienen la luz. Porque lo que está en ellos es de las tinieblas.
Por eso hay una clara diferencia entre el que sirve a Dios y el que no Lo sirve. Una nítida diferencia. Tiene que ser así. Usted no puede seguir a Jesús y andar en las tinieblas. No puede seguir a Jesús y vivir lleno de miedo, de ansiedad. Si usted sigue a Jesús, tiene la luz de la vida. En la luz, no hay qué temer, pues todo está claro, visible. Quien sigue al Señor Jesús está seguro. Si no existe esa diferencia, busque acercarse a la luz, por medio de la fe. Si ya es nítida esa diferencia, mantenga su fe en alza, para que las tinieblas de la duda no puedan ni siquiera acercársele.
Quien sigue al Señor Jesús tiene la luz de la vida.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo