Estos días vi una película llamada Sniper Americano, una historia verídica de un francotirador de elite que, durante la guerra, guardaba a sus compañeros de batalla de los ataques de los enemigos. Con tiros certeros, él salvó varias vidas. Cuando lo dispensaban de la guerra, volvía con su familia, pero no lograba quedarse. Y así regresaba al campo de batalla para salvar al mayor número de personas.
Obispo, estuve toda la película pensando en su persona, que es un francotirador de elite, pero su arma es la fe. Rescatando las almas del infierno, de forma incansable, mi vida y la de mi familia fueron rescatadas por el Espíritu de Dios, por medio de la guerra trabada por usted.
Siendo víctima de abuso sexual por mi padre cuando era niña y con una vida desgraciada, si es que podía llamarla vida, fue así que llegué a la Universal, como muchos. Hoy vivo una VIDA de calidad y firme en la fe inteligente, fe que usted, como mi padre de alma, me ha enseñado a cada día, y lo más importante: con el Espíritu Santo, mi más valiosa conquista.
Muchos héroes de la Biblia no hicieron ni siquiera la mitad de lo que usted ha hecho por todo el mundo, perdóneme la osadía del comentario. Usted, por medio del Espíritu de Dios, no solo ha rescatado a millares de almas del infierno, sino que ha hecho que millares de personas escriban una nueva historia.
Obispo, ¿usted sabe lo que es eso? Que las personas tengan la oportunidad de escribir una nueva historia de vida, siendo libres de las garras del diablo. Yo lo sé bien y hablo con mucha autoridad. A veces, veo a un mendigo entrando a la iglesia y le comento a mi hija: “No doy tres meses para que esta persona esté transformada”, y muchas veces no pasan ni siquiera tres meses. Es lo más glorioso de ver.
Cuando piden ofrenda o un propósito, corro hacia el Altar, porque sé que, a través de las pequeñas ofrendas, puedo estar contribuyendo para la salvación de vidas, y eso no tiene precio, sino un gran valor.
Así como Abraham, nuestro padre en la fe, escribió una nueva historia, usted ha escrito una nueva historia de libertad en el mundo, donde no importa de dónde vinimos, sino adónde vamos.
Usted está en mi álbum de la familia, de oración. Así como oro por mis familiares todos los días, oro por usted y por su familia, principalmente por la señora Ester que, a través de su fuerza, el Señor Jesús le ha sustentado. No tengo palabras y jamás podría expresar mi gratitud. Si yo pudiera compartir con usted sus luchas, diría “heme aquí para lo que necesite”.
¡Que el Señor Jesús lo bendiga poderosamente!
Saludos a mi padre y a mi madre en la Fe, obispo Edir Macedo y señora Ester.
Patricia Leal