Estuve en una relación en la que no había comunicación. No funcionó y quedé decepcionada, triste y frustrada. No tenía ganas de hacer nada, estaba rota por dentro, muy lastimada.
Conocí la Terapia del Amor y, en cada charla, Dios me mostraba qué debía cambiar. Descubrí que dependía mucho de las personas para estar bien, cuando el que debía tener el primer lugar en mi vida era el Espíritu Santo.
Él fue quitando los complejos y los traumas. Hoy recuerdo aquella situación como una experiencia en la que aprendí que en mi corazón el más importante debe ser Dios. Con Él me siento completa y feliz”.
Yanina asiste a la Iglesia Universal ubicada en Ezeiza 6169, Gregorio de Laferrere, Bs. As.
“Mi sueño era tener una familia. Sin embargo, había sufrido una separación dolorosa, caí en depresión y en vicios. Intentaba formar pareja de nuevo, pero no me duraban. Me sentía solo, frustrado y quería ponerle fin a mi vida.
Un compañero de trabajo me invitó a asistir a la Universal, pero solo accedí a escuchar los programas de radio. Hasta que un día, decidí ir. Participé de la Terapia del Amor y aprendí a cuidar mi vida sentimental.
Al poco tiempo, conocí a quien hoy es mi esposa, nos pusimos de novios y nos casamos. Ya hace 16 años que vivimos felices”.
Ricardo asiste a la Iglesia Universal ubicada en Eva Perón 3377, Monte Chingolo, Bs. As.
Estaba depresivo a causa de una decepción amorosa. Intentaba llenar ese vacío con otras mujeres y salidas, pero me sentía cada vez peor. Pensaba que era una carga que tendría que llevar toda la vida.
Hasta que un día me invitaron a la Iglesia Universal. Empecé a participar de la Terapia del Amor, puse en práctica lo que aprendí y sentí una paz que llenó ese vacío.
En las charlas, aprendí mucho sobre la vida sentimental y logré sanar mi interior. Inicié un noviazgo y nos casamos. Estas reuniones sirven mucho para autoconocerse, sanar y aprender sobre esta área de la vida tan importante, lo cual ayuda a elegir bien”.
Esteban asiste a la Iglesia Universal ubicada en 25 de Mayo 2660, Santa Fe.
Mi vida sentimental era triste. Pensaba que nadie me iba a querer. Me sentía despreciada y creía que nunca iba a ser feliz.
Los años pasaban y mi situación empeoraba. Conocí a mi esposo y pensé que iba a cambiar, pero en nuestra relación había peleas, desconfianza y celos. En ese estado llegamos a la iglesia y escuchamos acerca de la fe.
Pusimos en práctica lo que aprendimos y sanamos nuestro interior. Hoy ya no tenemos más celos, desconfianza ni complejos. Mi matrimonio ahora es una bendición, soy completamente feliz, gracias a Dios”.
Jésica asiste a la Iglesia Universal ubicada en Alberdi 2095, Coronda, Santa Fe.