¿De qué sirven los conocimientos bíblicos sin la intención de practicarlos?
¿De qué sirve tanta sed de conocimiento bíblico si hay descuido en su práctica?
¿Acaso tales conocimientos teóricos sin su práctica tienen valor?
¿Pueden agradar al Señor?
Quien piensa que su basta información bíblica y teológica es suficiente para salvar está perdidamente engañado.
Se cuenta la historia de un célebre predicador invitado a dar una charla en una gran iglesia. Aquella noche, la iglesia estaba colmada. A cada paso que daba entre la multitud, su pecho se llenaba más y más de orgullo. Al término de su bella y elocuente prédica, llamó a los perdidos que querían entregarle su vida al Señor Jesús. Para su sorpresa y decepción, nadie había sido tocado por el elocuente mensaje, nadie pasó adelante. Al dejar la iglesia, cabizbajo y humillado, fue abordado por un anciano de la fe que le dijo: – Mi querido pastor, si hubiera subido al Altar como está saliendo, ciertamente estaría saliendo de esta reunión como entró.
En realidad, por mayor y más convincente que sea el mensaje bíblico, incluso así, si no está acompañado del Espíritu Santo, de nada sirve. Y la prueba de la unción y de la presencia del Espíritu Santo es la humildad de la obediencia a la Palabra que se anuncia. De lo contrario, todos los conocimientos bíblicos son vacíos.
Dios no les revela Su voluntad a los desobedientes y rebeldes. Por lo contrario, Él resiste a los soberbios, pero les da gracia a los humildes que aspiran al conocimiento de Su voluntad para inmediatamente practicarlo y así agradarlo a Él.