Debajo de la tierra se extiende una ciudad muerta. Esta es sucia, húmeda y oscura. Allí las personas comparten el espacio con animales grotescos, es necesario meterse en agujeros de 30 cm de altura para alcanzar algunos lugares y las entradas, varias veces, son cráteres en el cemento que dividen a Bucarest, capital rumana, y a “Bucarest”, capital de las drogas.
Desarrollada dentro de un antiguo sistema de calefacción y de alcantarillado de la ciudad, la cuidad del crack rumana existe desde la caída del comunismo en 1988. Es el hogar de cientos de personas, ratas y cucarachas.
El lugar es foco de enfermedades contagiosas y por el mismo se esparcen jeringas usadas. Por compartir drogas, todos los adictos sufren de SIDA, tuberculosis o hepatitis. La ciudad subterránea es un peligro para quien vive allí y para quien se acerca y, por eso, nadie más intenta llegar a aquellos dependientes químicos. Pero existen excepciones.
Con panes, viandas y fuerza de voluntad, los evangelistas de la Universal se dirigen al lugar, reúnen a los habitantes y distribuyen el alimento para el cuerpo y para el alma. El grupo Ángeles de la Madrugada rumano es capaz de alcanzar hasta a los más desesperados. Es el caso de Ioan, un hombre que vio cómo las drogas le arrancaron todo lo que había conquistado en la vida y no tuvo fuerzas para reaccionar. “Ya tuve familia, trabajo y una casa, pero perdí todo”, cuenta. “Ahora, con la ayuda del grupo, voy a luchar para poder liberarme de una vez por todas de los vicios”, dice.
El camino no será fácil, pero, gracias al trabajo de la Universal, ahora él tiene fuerzas para luchar por una vida mejor.
Fuera del agujero
Mientras que ni siquiera el gobierno rumano está viendo una manera de ayudar a los dependientes químicos de la ciudad, la Universal hace lo que puede por los que están debajo y encima del suelo.
A través de programas en la TV, folletos, periódicos y medios de comunicación sociales, miles de personas son alcanzadas y aprenden a usar la fe de forma inteligente, mejorando así, su calidad de vida.
“Muchas personas llegan a los templos como el último intento para resolver sus problemas y quedan extremamente agradecidas”, revela el responsable por la Universal en el país, el pastor Luciano Almeida.
“Muchas personas nos reciben bien y reconocen nuestro trabajo. De esta forma, la Universal ha quebrado las barreras del preconcepto”, cuenta.
La estudiante Andreea Sarbu, (foto arriba), de 19 años, es un exitoso ejemplo de la acción del grupo. Huérfana desde muy chica, la muchacha, que ya era tímida y sufría con baja autoestima, se hundió en la depresión y en la bulimia. “Yo no tenía personalidad, poseía pensamientos negativos y me provocaba el vómito”, relata. Como último intento antes de desistir de seguir viviendo, buscó ayuda en Dios. “Recibí palabras de incentivo de los pastores, que me ayudaron. Vencí los malos pensamientos y comencé mi lucha. Hoy ya no soy una joven tímida, no sufro más con bulimia, aprendí a quererme y a valorarme. Soy una joven valiente, positiva y tengo confianza. Ingresé a la facultad y tengo la certeza de que, a través de la fe, voy a alcanzar todos mis objetivos”, conmemora.
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