“Pero el SEÑOR le había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, (y VE) a la tierra que te mostraré.” Génesis 12:1
Salir de Harán, como hemos aprendido, significa salir de todo aquello que deforma la IMAGEN de Dios en los que son hijos de Abraham en la fe, en la sinceridad y en la indignación.
Estos pueden estar dentro de una iglesia cristiana o en cualquier otro segmento religioso, social, económico, espiritual o intelectual.
Harán puede ser el pecado, la miseria, la familia dividida, la depresión, en fin, todo lo que no coincide con la IMAGEN de Dios. Es bueno recordar que fuimos creados para reflejar la IMAGEN de Él (Génesis 1:27).
Hemos visto que muchos incluso salen de Harán, pero no VAN a Canaán. Continúan por allí, alrededor de Harán. ¿Pasaron por la puerta? Sí, de cierta manera. Pero no iniciaron la jornada de 900 kilómetros rumbo a Canaán.
En esta jornada, aunque dura, cruel, bajo el sol abrasador y expuestos a todo tipo de peligro, suceden los mayores milagros que Dios quiere realizar en nuestras vidas: el encuentro con Dios en los Altares que construimos a lo largo del recorrido, el nuevo nacimiento gracias a los sacrificios que ofrecemos para preservar nuestra comunión con Dios, y el bautismo con el Espíritu Santo que viene como el juramento de Dios o el sello de Él en nuestras vidas.
El problema de no obedecer al “VE”, es continuar cerca de Harán, y así, por el menor problema, presión o situación adversa, volver allá. ¡Ha sido así con muchos, desafortunadamente!
¿Vamos a Canaán? Son 900 kilómetros de experiencias fantásticas con el Dios de Abraham.