Usted probablemente ya debe haber oído hablar de la cantidad de veces que debemos perdonar según la Biblia (Mateo 18:22). Si 70 x 7 le parece imposible, para el Señor Jesús, la fuente del perdón es inagotable.
Cierto día, Él debió decidir el destino de una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Los escribas y fariseos no lo pensaron dos veces y, enseguida, hicieron que ella se ponga de pie en el medio de la multitud. El tumulto se formó rápidamente. Miradas intimidantes querían su humillación. A pesar de sentirse culpable, la vergüenza era mucho mayor. Para sus acusadores solo existía un castigo acorde a su error: la lapidación, y esperaban el aval del Señor Jesús.
“Y como insistieran en preguntarle, Se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. (…) Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.” (Juan 8:7-9)
No hubo más condenación: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni Yo te condeno; vete, y no peques más.” (Juan 8:10-11)
“… vete, y no peques más”
Observe en el versículo anterior que el Señor Jesús no condena a nadie, pero Él quiere que el pecador se arrepienta y que no peque más. Y no solo eso, sino que la persona también se perdone a sí misma, porque si Él siempre predicó sobre el perdón, no rechazará a quien ya se arrepintió. Esta es la única manera de seguir delante de verdad, sin culpas.
“Convertirse en una nueva criatura, no significa dejar de cometer errores. Usted seguirá siendo un ser humano. La diferencia es que ahora odiará pecar contra Dios, porque Su voluntad se vuelve más importante que cualquier otra cosa. Por lo tanto, no siga trayendo a su mente los pecados que ya fueron perdonados, para recordarlos y martirizarse. Siga adelante y desvíese del mal”, aconseja el obispo Edir Macedo en el libro “50 Consejos para blindar su fe”.
Y usted, ¿se siente culpable por algún error que cometió? ¿Qué tal entonces, perdonarse a sí mismo en este momento? Sea humilde para reconocer sus errores, haga una oración de arrepentimiento y no mire más hacia atrás.
“Entonces Jesús le dijo: Ni Yo te condeno…”. No se olvide de esto.
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