Cuando Yamila y Sebastián descubrieron el poder de Dios en la Universal comenzaron a vivir una nueva historia.
“Al principio de nuestro matrimonio yo trasladaba los problemas de mi familia a mi relación de pareja. Desde que recuerdo mi papá tuvo problemas de alcohol, se iba con mujeres y no traía dinero a casa, por lo que mi mamá recurría a las pastillas porque era muy nerviosa. Por el nerviosismo, mi papá intentó internarla en un psiquiátrico porque deliraba, estaba medicada, pero cada vez se ponía peor. Encima mi hermano comenzó a consumir drogas, él decía que si mi papá podía tomar, porqué él no podría consumir drogas también”, cuenta ella.
Sebastián había tenido una buena infancia, pero su familia siempre fue muy triste a pesar de que se esforzaban para progresar. “Éramos muy fríos, mis padres nunca nos dieron ese cariño que los hijos necesitan de sus padres. Ellos simulaban estar bien, pero había infidelidades, por eso mi infancia fue muy triste. Debido a esto comencé a tomar a los 18, fumaba y también probé la marihuana”, cuenta él.
Yamila intentaba ayudar a su familia, pero se alteraba y terminaba descargándose con Sebastián. “Él trabajaba muchísimo, doce horas por día, y yo estaba prácticamente sola, además, tenía que lidiar con los problemas de mi papá y mi hermano”, destaca ella. “Era difícil la situación porque yo buscaba ayudarla, pero no sabía como hacerlo, entonces ella reaccionaba mal por sus nervios y pensaba que yo no la comprendía. Me encerraba en los problemas porque no sabía cómo resolverlos, me superaba ese tema y optaba por dormir para evitar discutir”, reconoce él.
Su hijo también sufría, a la madrugada lloraba, tenía ataques de nervios y fiebre muy alta, pero los médicos no le hallaban nada, ese fue el momento en que tocaron fondo porque su hijo no estaba bien, se alteraba demasiado y eso los preocupaba mucho. “Yo miraba la programación de la Universal y creía que había una esperanza, que había una salida. No era normal lo que estábamos viviendo así que decidimos acercarnos a la iglesia”, cuente él.
“Mi mamá nos invitó y comenzamos a participar. Él estaba depresivo, yo estaba muy nerviosa y el nene seguía mal. Además, había problemas de celos en la pareja”, comenta ella a lo que él agrega “Al empezar a participar de las reuniones encontramos la paz interior que estábamos necesitando y fuimos cambiando la visión sobre los problemas, en mi caso, antes no sabía cómo enfrentar los problemas y en ese momento estaba seguro de que había una salida para nosotros”.
Ella logró ser libre de la carga que sentía, “fue como una descarga emocional y a su vez descubrí el poder del sacrificio a través de cada Hoguera Santa. Luchamos por nuestra felicidad y aprendimos a comunicarnos. Hoy en día compartimos muchas cosas, separamos tiempo para estar juntos y disfrutamos de una vida bendecida. El secreto está en la perseverancia y en creer en Dios, yo creí hasta el final y siempre fui respondida en mis pedidos”, afirma sonriendo.
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